Breve historia de Inglaterra by G. K. Chesterton

Breve historia de Inglaterra by G. K. Chesterton

autor:G. K. Chesterton [Chesterton, G. K.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1916-12-31T16:00:00+00:00


XI

LA REBELIÓN DE LOS RICOS

Sir Tomás Moro, aparte de todas las disquisiciones sobre los embrollos místicos en los que se dejó enredar y que acabaron siendo la causa de su muerte, debería ser saludado por todos como un héroe de la nueva ciencia; aquel deslumbrante alborear de una luz más racional que hizo que muchos considerasen la Edad Media como una mera tiniebla. Se piense lo que se piense de sus opiniones sobre la Reforma, nada cabe discutir sobre sus opiniones acerca del Renacimiento. Fue, por encima de todo, un humanista, y muy humano por cierto. Incluso fue, en muchos sentidos, muy moderno, cosa que, pese a lo que parecen creer algunos, no es lo mismo que ser humano. Y también fue humanitario. Esbozó un ideal, o más bien un sistema social imaginario, con algo de la ingenuidad del Sr. H. G. Wells, aunque con mucha más ligereza que la que suele atribuírsele al Sr. Bernard Shaw. No es justo deducir sus ideas utópicas de su moralidad, pero todo lo que abordan y sugieren apunta a lo que (a falta de una palabra mejor) solo podemos llamar su modernidad. Así, la inmortalidad de los animales implica un trascendentalismo que anticipa la teoría de la evolución, y los estudiantes de eugenesia deberían tomarse muy en serio sus bromas más groseras acerca de los preliminares del matrimonio. Propuso una especie de pacifismo, aunque los utópicos lo llevaran a la práctica de un modo un tanto curioso. Fue en suma, como su amigo Erasmo, un satírico de los abusos medievales y muy pocos se atreverían a negar hoy que el protestantismo le venía más estrecho que ancho: si bien es evidente que no fue un protestante, pocos protestantes negarían que fue un reformador. Pero fue un innovador en cosas que resultan más atractivas para la mentalidad moderna que la teología, y es que en cierto sentido fue lo que podríamos llamar un neopagano. Su amigo Colet encarnó esa liberación del medievalismo que podríamos definir como el paso del mal latín al buen griego. En las superficiales discusiones modernas suelen echarse en el mismo saco, pero la enseñanza del griego supuso una novedad en la época: el latín popular, aunque fuese un latín lamentable, nunca había dejado de utilizarse. Sería más cierto decir que los medievales eran bilingües que asegurar que el latín era un lengua muerta. El griego, por supuesto, nunca llegó a tener tanta difusión, pero no es exagerado decir que quienes lo aprendían se sentían como si respirasen aire fresco por primera vez. Gran parte del espíritu griego encuentra su reflejo en Moro: su universalidad, su educación, su equilibrio entre la razón jubilosa y la fría curiosidad. Es incluso probable que compartiera algunos de los excesos y errores de gusto que contaminaron inevitablemente el espléndido intelectualismo de la reacción contra la Edad Media; es muy probable que las gárgolas le parecieran góticas, en el sentido de bárbaras, o que la trompeta de Chevy Chase[56] no le conmoviera tanto como a Sydney.



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