Bajo la piel by Elsa Levy

Bajo la piel by Elsa Levy

autor:Elsa Levy
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico
publicado: 1993-08-09T22:00:00+00:00


Por la noche, Brenda deambulaba inquieta por el interior de la cabaña.

“Cuánto silencio. Hace mucho tiempo que no escuchaba el silencio. Cuando llegué no deseaba compañía, ahora me angustia la soledad”.

En su constante ir y venir, al pasar por la sala, reparó en una casetera. Se acercó y la puso a funcionar. Se dejó escuchar una melancólica melodía.

“¡Edith Piaf!, con lo que me gusta”.

Fue a la alacena que hacía las veces de bar, tomó una botella de coñac sirviéndose generosamente de su opalino contenido.

“Es probable que sea la última música que escucharon Rosa y Fabiola. Me hubiera gustado conocerlas. La cabaña está impregnada de su presencia. Los libros, las velas, el incienso, las pinturas, ropas que he encontrado en el closet. He regresado a mirar el cuadro inconcluso y no dejo de preguntarme qué imágenes quería Rosa plasmar en él”.

El cuerpo de Brenda se perdía entre los cojines del sofá. El casete se había repetido. También el nivel de la botella había bajado.

“Música, una copa de buen vino, la noche, el canto de los grillos y este aroma a rosas que impregna la estancia. Si Rogelio estuviera aquí. Soy una tonta, estúpida y cobarde. Yo huí de su lado y sin embargo toda yo lo respiro y lo extraño”.

Antes de que sus ojos se cerraran, Brenda, con pasos inseguros, se dirigió a la recámara. Se desprendió de sus ropas y, desnuda se tiró sobre el lecho. La respiración acompasada medía la profundidad de su sueño.

La oscuridad de la habitación desapareció al ir encendiéndose cada una de las velas de los candelabros. De los braceros emergieron delgadas columnas de humo aromatizado de incienso y rosas. Brenda salió de su inmovilidad, tocó sus mejillas. Luego, sus labios se entreabrieron y minúsculos movimientos acusaron una suave presión sobre ellos. Sus senos se inflamaron como si manos ávidas los moldearan. Los pezones sabiamente succionados se irguieron transformándose en cerezas. La superficie de su bajo vientre onduló hermanado a una caricia hirviente y lenta. Sus manos se dirigieron hasta el manso pubis en un intento de ahuyentar la sensación intrusa. Sobre el vellocino dorado, la pequeña flor palpitaba bajo un invisible tacto que se hundía en la entreabierta sonrisa de su sexo. Y los pétalos se abrieron bajo un roció de intensas vibraciones que inundaron los caminos del cuerpo arqueado y anhelante.

El torrente se repitió hasta que Brenda, mojada en el llanto del amor quedó exhausta. Ahora su boca blanda, roja y viva igual a los labios de su sexo acariciado, sonreían. Entonces, las velas y el incienso se apagaron suavemente.



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