Bajo el mismo techo by Eleanor Rigby

Bajo el mismo techo by Eleanor Rigby

autor:Eleanor Rigby [Rigby, Eleanor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-12-01T16:00:00+00:00


Capítulo 17

Lady Cock

Lunes, siete de la mañana. Me despierto con la espalda dolorida y un dulce dolor de cabeza. Dulce porque no me azota por las horas que he pasado al teléfono con clientes insatisfechos y una argentina ruidosa reventándome los tímpanos, sino por las risas y las rebobinaciones de cierta película. En algún momento me quedé dormida en el sofá y alguien tuvo el detalle de colocarme una almohada bajo el cuello y cubrirme con el edredón. Puedo imaginarme quién cuando, nada más incorporarme, me fijo en que el sillón de la derecha acumula un puñado de cojines y una manta. Eso sí: bien doblada, porque en esta casa no todo el mundo es un desastre.

Sigo el olor del café que viene de la cocina, restregándome los ojos aún llenos de maquillaje.

¿Cómo coño he podido dormir con vaqueros?

Elliot, que está de pie junto a la encimera, observando pensativo el hilillo de Nespresso que gotea sobre su taza, sí ha tenido tiempo de cambiarse. Va en pijama, está despeinado y, a juzgar por la mirada vidriosa que me dirige, yo diría que se ha despertado unos segundos antes que yo.

—Buenos días —saluda con voz rasposa. Apaga la cafetera y me tiende la taza como si estuviera acostumbrado a prepararme el desayuno a diario.

—Buenos días. ¿Se puede saber qué haces bebiendo café? No se puede.

—No pueden hacerlo los que viven en esta casa. Yo sí —dice, con un tonillo repelente que me hace gracia.

—¿Y has traído tu propia cafetera? —La señalo con un gesto de barbilla.

—Sonsoles tenía una escondida en uno de los almacenes.

«Hija de fruta».

—Bueno, si se levanta y me echa la bronca, voy a decir que solo soy cómplice de tu delito. ¿Has comprobado cómo está?

—Sí. Mucho mejor. Ya anoche se le había quitado la fiebre. Sigue en el séptimo sueño.

—Bien.

—¿Has dormido bien en el sofá?

—Más a gusto que en brazos.

—Pues pensé en despertarte para que fueras a la cama o llevarte justo en brazos, pero las dos cosas me parecieron incorrectas. Y, la verdad, no creo que ese colchón inflable en el que duermes sea mejor que el sofá.

«No me habría molestado que me cogieras en brazos. O que me cogieras, a secas».

—No lo es —admito, aceptando su obsequio y tratando de contener mis pulsiones sexuales mañaneras. Apoyo la cadera en la mesa—. Gracias por el café. Supongo que esto es lo que sienten las mujeres con pareja normal.

Enseguida frunzo el ceño para mis adentros, censurando mi comentario. A él tampoco le parece apropiado, pero finge respondiendo:

—Si lo dices por el desayuno, no creo que todas las parejas normales tengan por costumbre molestarse por el otro.

—No sabría decirlo. Nunca he tenido una pareja normal.

—¿En qué sentido?

—Si entendemos «pareja normal» por lo que tú consideras la esposa perfecta y la responsabilidad con ella, mis relaciones no siguen los parámetros habituales.

»Siempre he procurado alejar todo lo posible a los hombres de la que es mi familia, es decir: el tándem que formamos Eric y yo. —Encojo los hombros—. Carlos (mi



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