¡Viva la Revolución! by Eric Hobsbawm

¡Viva la Revolución! by Eric Hobsbawm

autor:Eric Hobsbawm [Hobsbawm, Eric]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Crítica
publicado: 2018-06-18T22:00:00+00:00


III

Sea cual sea el efecto del éxodo rural en el campo, es nada en comparación con su efecto en las ciudades, que se han visto inundadas —en verdad ahogadas— por un flujo de campesinos sin paralelo en la historia demográfica del planeta.

El crecimiento [de las principales ciudades latinoamericanas] no conoce precedentes y es extraordinario [entre 1940 y 1960, São Paulo, por ejemplo, creció de 1,8 millones a cuatro millones, Ciudad de México de 1,5 millones a 4,5 millones, Lima de medio millón a 1,7 millones]. Y otro tanto vale para la tasa general de urbanización. Hacia 1960 Argentina, Chile, Uruguay, Cuba y Venezuela ya tenían una población que era mayoritariamente urbana, y posiblemente otro tanto ocurría con México. Hacia 1970, de conservarse las tendencias actuales, se les sumarán Colombia, Perú e incluso Brasil.

Inevitablemente, tal flujo iba a destruir la vieja estructura social y política de las ciudades […] El proceso de dilución y cambio estructural puede ser ilustrado con el ejemplo de São Paulo. […] Los trabajadores extranjeros, que eran la mayoría hasta la segunda guerra mundial, representaban solamente un 10 % de la fuerza de trabajo veinticinco años después. Su lugar fue ocupado en parte por los nacidos en la ciudad (es decir, por los que en su mayoría eran los hijos de esos inmigrantes extranjeros), pero principalmente por migrantes internos, especialmente como obreros no cualificado […] Era evidente que esta migración masiva no solo probablemente haría estallar los límites de cualquier movimiento sindical preexistente, sino que también destruiría mucho de la unidad de orígenes y estilo de aquel más pequeño y antiguo proletariado. Y así ocurrió. En São Paulo, como en Buenos Aires, los viejos sindicatos fueron barridos por nuevos cuerpos gremiales avalados y financiados por los gobiernos y muchas veces controlados por ellos. Los tradicionales sindicatos socialistas, comunistas y anarquistas del proletariado temprano se veían desplazados a organizar a los obreros más cualificados o a centrarse en actividades marginales de la vida industrial.

Es posible —pero faltan estudios sobre este tema difícil— que el mismo proceso de dilución o despolitización también afectara a las actividades desorganizadas pero políticas de la mano de obra más pobre, como los tumultos y disturbios urbanos. En todo caso, es notable que pocos alborotos y motines —incluso alborotos y motines por pan o alimentos— hubo en las grandes ciudades latinoamericanas durante un período en que la masa de sus habitantes empobrecidos y económicamente marginales se multiplicaba, y la inflación, las más de las veces, estaba fuera de control. Es así que el último gran motín de los pobres que no recibían asistencia alguna ocurrió en Bogotá en 1948 (los motines iniciados por estudiantes son harina de otro costal), y desde entonces la población de la ciudad —y es legítimo decir que con ella la masa de miserables que contiene— aumentó de menos de 650.000 (en 1951) a más de un millón (en 1964). O más bien: hay inquietud y violencia social. Lo que falta, a menos que el liderazgo venga de los estudiantes,



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