Aventura en Estambul by Aventura en Estambul

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autor:Aventura en Estambul [Estambul, Aventura en]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 7

Ursula se retiró a las diez en punto y como no había agua en el pasillo de arriba, llamó a Madeleine para que le subiera un vaso de agua fría.

—No pienso pasar otra noche como la de ayer, ya es bastante tener que acostarse a la hora de las gallinas como para también congelarse hasta los huesos, me voy a tomar un par de píldoras para poder dormir. ¿Qué te pasa querida? Has estado muy seria toda la noche, supongo que ya no estarás enojada conmigo porque tuve que ir a Ankara ¿verdad?

—No —contestó Madeleine mientras le pasaba el vaso de agua y la veía ponerse las tabletas en la palma de la mano.

—¿Quieres algunas? —le ofreció Ursula y Madeleine hizo un gesto negativo.

—¡Ah, claro! Supongo que a ti no te parece bien esto, eres igual a mi suegra que en paz descanse, habría muerto sin dormir pero por supuesto jamás lo habría admitido. Me tomó un poco de tiempo lograr que Bob se acostumbrara a mi manera de pensar.

—¡Pero lo lograste! —dijo Madeleine suavemente.

—¡Por supuesto que lo logré! Mark no se está haciendo ningún favor al despreciarme, nací en el Bronx y fui educada para conquistar el mundo y créeme, ésa es una ventaja cuando se trata con los Adeney; por otro lado ya he tenido amplia experiencia en ese terreno. Te aconsejo querida que no te mezcles en este asunto porque no tendrías la más mínima oportunidad, ni tampoco Mark, porque regresará a New York ya que la carnada es lo bastante atractiva.

Madeleine recogió el vaso y la observó con cuidado, sin maquillaje Ursula se veía menos vulnerable que durante el día y su mirada era más dura.

—Cierra la puerta al salir querida, puedo oír rechinar tu cama cuando no están cerradas las puertas.

—Buenas noches —dijo Madeleine y salió. Trató de sentirse apenada por la forma seca y cortante que lo hizo, pero no lo estaba, y el simple hecho de no haber aceptado conversar con ella la llenaba de satisfacción, ojalá muchas otras puertas se pudieran cerrar con tal facilidad tras Ursula Adeney.

Cuando entró a su habitación estaba helada porque el brasero no había sido encendido aquella mañana y un viento frío se colaba a través de la ventana abierta. Madeleine se preguntó si alguna vez nevaría en la ciudad, aunque hasta ese momento parecía que lo típico eran días soleados y cálidos con noches negras y frías, únicamente con la luna creciente y las estrellas como joyas en el cielo, tal como había sido la noche que Mark la besó. Tenía que reaccionar y recordar que ella no era la única persona a quien Mark había besado, también Ursula debía saber lo que era sentir que sus huesos se derretían al contacto de Mark Adeney. Con tales pensamientos no podía dormir, le parecía que las manecillas de su reloj casi no sé movían.

La medianoche llegó y ella aún no podía conciliar el sueño, así oyó dar la una de la mañana y pensó que hubiera sido mejor subir un libro.



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