Aunque llueva fuego by Beatriz Esteban

Aunque llueva fuego by Beatriz Esteban

autor:Beatriz Esteban [Esteban, Beatriz]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2018-09-30T16:00:00+00:00


* * *

Primero pensé en Jem. En la maravillosa, caótica y misteriosa cabeza de Jem, y en cómo la oscuridad que me embargaba podía ser parte de ella. Empecé a ver luces, o algo que se le parecía. ¿Serían eso los sentimientos de Jem? ¿Sería ahí donde cabeza y corazón se unían? Esa era la única luz que Jem encendía al escribir, la que volvía visible todo lo que pensaba, todo lo que sentía, todo lo que esperaba.

La que fue transformándose y ampliándose, volviéndose cada vez más ancha y potente, hasta cegarme. Pestañeé un par de veces antes de darme cuenta de que no eran más que los rayos de sol que se colaban por la ventana. Y la oscuridad que permanecía eran los rizos morenos de Chardin.

La vista se me enfocó del todo y sacudí la cabeza, como si así pudiera desprenderme del mareo que me mantenía tumbada.

—Buenos días, petite. —Chardin se dio la vuelta, volviéndose hacia mí con una bandeja entre las manos—. ¿Has descansado…?

—¡Apártate! —Me erguí en el sofá con una fuerza que no sabía que tenía y me acerqué las rodillas al pecho, alejándome lo máximo posible de él. Chardin ladeó la cabeza con el ceño fruncido y una pregunta asomándole en los labios—. He dicho que te apartes.

Dio dos pasos atrás, sin apartar la vista de mí.

—Solo era zumo. —Dejó la bandeja de nuevo sobre la mesa—. El azúcar te vendrá bien, no quiero que…

—¿Pero quién te crees…? —le interrumpí. Tenía la garganta seca—. ¿Cómo puedes actuar como si no hubieras hecho nada? ¡Eres un…! —Noté un nudo en el estómago y tragué saliva—. ¡Eres un asqueroso! ¡Un asqueroso! ¡Estás loco, Chardin! —Agarré el cojín sobre el que había descansado mi cabeza y se lo lancé, aunque el impacto no pareció dolerle demasiado.

Tampoco mis palabras. Chardin se mantuvo con la espalda erguida y los labios fruncidos, mirándome como si estuviera alimentando a un vagabundo.

Me volví de espaldas a él para que no me viera llorar. Desde ahí, y aun con la cara hundida entre mis brazos, pude ver la puerta de mi antigua habitación tumbada en el suelo. Chardin había barrido las astillas, y algo me decía que también se había deshecho de las arañas.

O no. Quizás solo estaba esperando para volver a castigarme. Quizás era su manera de ponerme a prueba. Quizás a la próxima no me recogería del suelo y dejaría que las arañas me atacaran. Quizás daba un paso más y empezaba a jugar con vidas en lugar de arañas.

—Arielle… —Aparté mi hombro de él nada más sentir el roce de sus dedos, con un movimiento brusco—. Arielle, escúchame.

Negué con la cabeza y hundí el rostro en la funda del sofá. Las lágrimas me impedían hablar, además de nublarme la vista.

—Te he hecho levantar cajas de diez quilos, cerámicas de veinte, y todos esos muebles que pensabas que no serías capaz de mover. Te he enseñado a controlar la telequinesia en cuanto peso y distancia, te he dicho cuándo debías parar y cómo podías mantenerte a salvo.



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