Asesinato imperfecto by A. A. Fair

Asesinato imperfecto by A. A. Fair

autor:A. A. Fair [Fair, A. A.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1958-12-31T16:00:00+00:00


LE di a Harvey Clover la descripción del «Buick» de Beckley. Anotó la matrícula, y telefoneó para dar orden a todos los policías de carretera de detener aquel coche.

—¿Y ahora? —pregunté.

—Nos volvemos a Bakersfield.

—¿No tenemos nada más que hacer aquí?

—No.

—¿Y Tom Allen?

—Nos lo llevamos a Bakersfield con nosotros y avisaremos a las autoridades de Nevada. En realidad, no le necesitamos más aquí.

—Si me lo permite, me gustaría comprobar una hipótesis.

—¿Cuál?

—En Central Creek hay un restaurante: la camarera es rubia. Empezó su trabajo el seis. ¿No podría caber en este escenario?

—Hay un buen trecho de carretera solamente para una hipótesis.

—Lo sé, pero podríamos llevar a Tom Allen para ver si la reconoce.

Clover reflexionó un momento.

—Sería una verdadera lástima que tuviésemos un testigo a mano y nos lo dejásemos escapar.

Eso le decidió.

—De acuerdo. Vamos allá y llevemos a Allen.

—¿Y los demás?

—Les vamos a dejar que duerman. Nuestro técnico ha trabajado buena parte de la noche. Puede pararse en un motel a descansar mientras nosotros vamos a ver la rubia.

Los tres, Clover, Tom Allen y yo bajamos desde la montaña hasta Central Creek.

Tom Allen había acabado por darse cuenta de que «estaba copado», como decía él, y callaba. Clover estaba cansado, y rodamos en silencio. Uno o dos kilómetros antes de llegar a Central Creek, Clover moderó la marcha.

—¿Me dejará trabajar a mí, no?

—Naturalmente. Es cosa suya.

—Tom, ¿sabes por qué te traemos aquí?

—No, y no me importa nada. Voy donde me llevan.

Clover se paró ante el restaurante, diciendo:

—¡Siempre va bien tomar un café!

—¿Me llevan a Nevada? —preguntó Allen.

—¿Vas donde te llevan, no?

—Sí, sí, bueno.

Entramos los tres en el restaurante. La camarera rubia estaba detrás del mostrador. A nuestra llegada levantó los ojos. Me reconoció, me sonrió, y cuando se volvió hacia Tom Allen sorprendí un relámpago en la mirada. Pero Tom Allen le hizo un guiño y la cara de la chica se inmovilizó.

Miré a Clover. Estaba impasible.

Nos instalamos en el mostrador.

—Buenos días —me dijo la camarera—. Parece que está viajando continuamente.

—Sí.

Nos sirvió tres vasos de agua, y su mirada se cruzó con la de Tom Allen.

—Unos huevos al plato —encargó Clover—. ¿Y tú?

—Los detenidos, ¿a qué tienen derecho? —gruñó Allen—. Es que…

—Silencio. ¿Quieres huevos con jamón?

—Sí.

La camarera me miró, y dije:

—Yo también.

—¡Pepe! —gritó—; tres huevos con jamón.

—Y café —añadió Clover.

Nos sirvió tres cafés.

—¿Había visto usted a ese hombre? —preguntó Clover.

La chica me miró y contestó:

—Claro. Ya ha venido el otro…

—Él, no; ése —interrumpió Clover, señalando a Tom.

La camarera examinó a Allen y movió lentamente la cabeza. Clover se volvió hacia Allen:

—¿Es ella?

—En absoluto. No la he visto nunca.

Clover sacó su estrella de sheriff.

—¿Su nombre? —le preguntó a la chica.

—Edith Jordan. ¿Para qué le puede interesar?

—Me interesa. ¿Hace tiempo que trabaja aquí?

—Desde el día seis por la mañana.

—¿A qué hora?

—Hacia las diez, creo. ¿Nada más?

—De momento, no.

Nos volvió la espalda, rígida y hostil. Clover suspiró.

—En fin, hemos dado un paseo muy bonito.

Clover estaba agotado, y se notaba. Apoyó los codos sobre el mostrador, dejó caer la cabeza en las manos, y cerró los ojos.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.