Aquel y otros veranos by Carolina Casado

Aquel y otros veranos by Carolina Casado

autor:Carolina Casado [Casado, Carolina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2022-05-01T00:00:00+00:00


20 de junio de 2010

28. Iván

El Club Trébol estaba listo para su apertura. Había merecido la pena, después de tantas obras y quebraderos de cabeza.

Di una vuelta por el local para darle un último repaso antes de la inauguración y sonreí, contento. Más que contento, satisfecho. Ya no era un chaval que ponía copas para pagarse la habitación y conseguir teléfonos. Había dado el paso de tener mi propio garito, a medias con mi amigo Pérez. En los últimos meses había tomado un montón de decisiones, pero mi mejor inversión, mi orgullo, era sin duda el Club Trébol: inspirado en La Vía Láctea, con un interiorismo genuinamente neoyorquino y una iluminación espectacular. Ya veríamos cómo funcionaba esa noche, pero el envoltorio era de matrícula de honor. Y yo tenía que demostrarle al universo entero que las cosas me iban bien.

Mi socio, amigo y compañero de piso Pérez era el único que había querido subirse al carro de abrir un negocio conmigo porque tenía poca cabeza y nada mejor que hacer. Había sido el chico callado y retraído al que estuvieron llamando Rata Pérez hasta los dieciséis, por el tamaño descomunal de sus dientes. Vale, eran amarillentos y puntiagudos como los de un roedor, pero ya bastante tenía con apellidarse Pérez. Me encargué de que a nadie se le ocurriera pronunciar su mote cuando nos hicimos colegas en el instituto, y Pérez me lo agradeció siguiéndome siempre en todo lo que le proponía y siendo la clase de amigo que uno necesitaba para creerse mejor de lo que era. Un poco lo que pasó con Noboa. Ahora podría decirse que Noboa y yo éramos amigos de nuevo, pero tan distintos a cómo nos conocimos que a veces me costaba ubicarnos. Nuestros gustos, aficiones y expectativas me parecían ahora tan diferentes… Noboa estaba en una época de descontrol no del todo buscada tras su ruptura con… Quino. No quise presionarlo para que me hablara de lo que había pasado, él solito me lo contó a los pocos días. Cómo empezaron a salir, las dudas de Quino, el desenlace de un romance que no iba a ningún sitio, aunque eso no se lo dije. No dije mucho del tema, la verdad. Pero quedarme sin hacer nada habría sido como darle un puñetazo tras otro, ser cómplice, y Noboa nunca había dejado de importarme; sus problemas eran también los míos, así que me planté en casa del pelirrojo y lo amenacé de muerte para que no se le ocurriera volver a molestar a Noboa. Se echó a llorar y balbuceó que no quería hacerle daño, que se sentía como una mierda y que esperaba que pudiera llegar a perdonarlo algún día. Yo le respondí que hacía bien en sentirse así y que le transmitiría su arrepentimiento a Noboa para que fuera él quien lo buscara si quisiera, aunque al final nunca llegué a hacerlo. El Noboa de ahora me caía bastante mejor. Hablaba menos, bailaba más. A Luis lo sorprendí a las pocas semanas, solo, cerca del lugar en el que amenazó a Noboa por primera vez.



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