Antologia de Textos Libertinos Franceses del Siglo XVII by Varios Autores

autor:Varios Autores [Autores, Varios]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofia
editor: Minimo Transito
publicado: 2008-12-31T23:00:00+00:00

CAPÍTULO PRIMERO:

De la libertad y de la servidumbre en general

Parece que la libertad es un presente de la naturaleza con el que ésta regala a toda suerte de animales. Por ello vemos que son muy pocos los que no la conservan con tanto cuidado como el que ponen en conservar su propia vida, e incluso muchos se exponen a menudo a la muerte para evitar perder la posesión de tan gran bien. Filóstrato escribe basándose en este fundamento que Apolonio rechazó ir de caza con el rey de Persia por no querer ser espectador de la cautividad de las bestias, cobradas contra el derecho natural[118]. Y en otro lugar asegura que aunque el elefante es el animal más dócil de todos, y el más obediente a los hombres, no deja sin embargo de deplorar durante la noche su servidumbre[119]. Muchos filósofos, y principalmente los de la secta de Pitágoras, han gustado de devolverles la libertad[120]. Bastantes buenos anacoretas les han imitado en esto. Y aún hoy hay entre los chinos quienes por devoción compran pájaros y peces para ejercer con ellos la misma buena acción[121]. No podría negarse que se ha visto una infinidad de veces a los animales morir de pena y de desesperación tras haber perdido esta cara libertad. Y, ciertamente, no es asombroso que todos posean una pasión tan grande por conservarla, pues que los elementos de que están compuestos no pueden sino a disgusto sufrir coacción alguna. En vano se intenta a veces hacer oposición a sus inclinaciones, y, al igual que no se puede impedir que el aire y el fuego vayan hacia lo alto, la tierra busca siempre el centro, y el curso de las aguas quiere ser tan libre que no hay resistencia que no venzan para conseguirlo. Esto muestra cuán esencial nos es la libertad por la sola parte animal. Y si consideramos la superior que nos informa, y en virtud de la cual nos decimos razonables, no habrá ya nada que nos asombre en esta común aversión de todos los hombres por la servidumbre. Pues, sin mencionar las prerrogativas de nuestro libre arbitrio, ni una de las más comunes concepciones de nuestra humanidad: que el alma no puede recibir coacción alguna sino en tanto que le preste de alguna manera su consentimiento, sabemos por el ejemplo de los ángeles que las sustancias inmateriales son aquellas que más buscan su independencia. ¿Acaso no fue esto lo que llevó a los más orgullosos de todos a querer elevarse por encima de las nubes, a fin de hacerse semejantes al Todopoderoso? En efecto, como dice santo Tomás, no habría motivo para creer que Lucifer y los de su partido hubiesen tenido la intención de hacerse enteramente semejantes a Dios[122]. El más pequeño de los hombres no concebiría nunca ningún sentido para un pensamiento tan extravagante. ¿Cómo se la podríamos atribuir[123] a unas inteligencias tan puras y tan iluminadas antes de su desgracia como aquellas de las que hablamos? Probablemente ello procede del hecho de

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