Ana en el Trópico by Nilo Cruz

Ana en el Trópico by Nilo Cruz

autor:Nilo Cruz [Cruz, Nilo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2003-08-31T16:00:00+00:00


ACTO SEGUNDO

ESCENA PRIMERA

Oscuro. Música. Al tiempo que las luces suben de intensidad escuchamos la voz grabada del lector narrando un pasaje de «Ana Karenina».

Juan Julián.— (Voz grabada) «Ana Karenina estaba en el umbral de una nueva vida y no encontraba palabras para expresar sus sentimientos de vergüenza, alegría y horror. Tampoco quería hablar de ello porque utilizar palabras impropias para describirlo sería como empequeñecer tan grande sentimiento».

Vemos a Juan Julián y a Conchita haciendo el amor en la fábrica. Ella está tumbada sobre una mesa, medio desnuda, con la blusa abierta. Él, entre las piernas de ella, descamisado y bañado en sudor. Han traspasado los limites físicos y ahora él la besa con ternura.

No deberíamos vemos aquí.

Conchita.— ¿A dónde vamos, entonces?

Juan Julián.— A mi habitación…

Conchita.— Sería imposible. (Empiezan a vestirse)

Juan Julián.— Pues a un hotel…

Conchita.— Los hoteles son fríos e impersonales, como los hospitales.

Juan Julián.— ¿Como los hospitales?

Conchita.— Sí. Cada paciente busca un remedio, ya sea una escapada del mundo o un descanso del alma.

Juan Julián.— Entonces veámonos en un hospital porque a veces, después de hacer el amor, veo árboles tristes en tus ojos.

Conchita.— Pues estaré muy enferma.

Juan Julián.— Posiblemente, por eso te recomiendo que compres un canario y que le oigas cantar cinco minutos al día… (Él la besa en el cuello)

Conchita.— ¿Y si no lo encuentro?

Juan Julián.— Entonces tendrás que conformarte con oírme cantar en la ducha. (Escuchamos gente fuera de la fábrica)

Conchita.— Vete, vete…, alguien viene.

Escuchamos a Cheché discutir. Juan Julián coge su camisa y sale corriendo. Conchita se arregla la falda y el cabello y se sienta a toda prisa en su mesa de trabajo.

Cheché.— ¡Espera…, espera…, déjame hablar! Soy uno de los propietarios de esta fábrica, y ahora que tu marido…

Los cigarreros entran y rodean a Cheché. Junto a él hay una máquina de considerable tamaño envuelta en papel. Se oye una acalorada discusión sobre la máquina. Los obreros protestan.

Ofelia.— Te equivocas. Soy la dueña de la fábrica, así que yo tengo la última palabra…

Cheché.— Pero Ofelia…

Ofelia.— ¡Que alguien suba y avise a Santiago!

Cheché.— Ofelia…, sólo intento decirte que si tienen éxito en todas esas fábricas…

Palomo.— Pero nuestro trabajo no tiene nada que ver con las máquinas…

Ofelia.— Él no es el dueño de la fábrica. ¡Avisad a mi marido!

Cheché se sube a una silla y arenga a la multitud.

Cheché.— ¡Dejadme hablar! ¡Volved, volved! Intento explicaros lo que pasa y no me dejáis hablar…

Marela.— ¡Mamá, deja que hable!

Cheché.— Ofelia…, Ofelia…, un montón de fábricas nos aventajan. Puedo nombrarte unas cuantas: Capricho, Regalías de Salón, Conchas Finas… Todas nos superan en ventas…

Ofelia.— ¡Va! No hacen los cigarros como nosotros. Lo nuestro es pura artesanía.

Cheché.— Eso es lo que menos importa.

Ofelia.— A nosotros sí que nos importa.

Cheché.— Así no iremos a ninguna parte.

Ofelia.— ¿Y quién quiere irse? Conchita, ¿quieres irte a algún sitio?

Conchita.— No.

Ofelia.— ¿Y tú, Palomo?

Palomo.— No me importaría irme a Canarias a ver a mi abuela…

(Se ríe la multitud)

Ofelia.— En ese caso yo quiero ir a España…

Marela.— Pues a mí me encantaría ir a Rusia… (Risas de la multitud.



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