Amor salvaje by Elizabeth Lane

Amor salvaje by Elizabeth Lane

autor:Elizabeth Lane
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 2006-08-09T22:00:00+00:00


—Eres... Molly Ivins, ¿verdad? —le preguntó tras hacer un esfuerzo por sacar la voz.

Una fiereza casi animal cruzó por los ojos de la joven mientras sacudía la cabeza.

—Molly Ivins está muerta. Murió en la pradera hace mucho tiempo. Mi nombre es Halcón de Luna.

—Pero tú eres...

—No —lo interrumpió la joven—. Es mi turno de preguntas y tú tienes que responder. Sé quién eres. Pero, ¿por qué has venido aquí y dónde conseguiste... esto?

Su puño extendido se abrió como una flor. En la palma de la mano, sujeto con tanta fuerza que los extremos plateados del marco le habían cortado la piel, estaba el retrato de Florence Mannington Ivins.

Ryan hizo un esfuerzo para sentarse y poner los ojos a la altura de los de ella. Le dolía la cabeza y tenía la visión todavía algo nublada, pero se esforzó por hablar tranquila y claramente.

—Tu abuelo me dio el retrato de tu madre cuando me envió a buscarte para llevarte a casa.

—Estás mintiendo —respondió Halcón de Luna amargamente—. Yo sólo tengo un abuelo. Se llamaba Pluma de Cuervo. Y mi casa es ésta.

Ryan observó su rostro orgulloso, bañado en aquel momento por la luz del sol. Tenía la belleza de la mujer del retrato, pero con una fuerza que Florence Ivins nunca poseyó.

Molly Ivins no era en absoluto la prisionera abatida que había esperado encontrar a manos de los cheyene. Era una auténtica guerrera, tan orgullosa e indómita como un caballo salvaje.

Hacer el amor con una criatura así tendría que ser algo inolvidable, pensó. Pero tendría que estar loco para no guardar las distancias. Era la nieta de Horace Mannington, no una fulana de un pueblo perdido.

Había una cosa segura: Ella no lo seguiría de buena gana a San Luis. Ryan tenía la sospecha de que para llevarla hasta allí tendría que ganarse hasta el último céntimo de la recompensa de cinco mil dólares. Pero lo haría. Si tuviera que atar a la mujer y subirla a la grupa del caballo, eso sería exactamente lo que haría.

Y si en algún momento flaqueaba, se acordaría de las brillantes aguas del Nilo, de las planicies de África, los magníficos palacios italianos y de las ganas inmensas que tenía de ver todo aquello.

—Ésta no es tu casa, Molly —dijo fingiendo una paciencia que no sentía—. Tu casa está en San Luis, en una casa grande y bonita, al lado de un anciano desolado cuyo único deseo es poner las cosas en su sitio.

—Poner las cosas en su sitio —repitió ella como un desafío, alzando la barbilla al responder—. Yo no lo veo así.

—Escúchame, Molly —insistió Ryan bajando el tono de voz hasta tal punto que Halcón de Luna tuvo que hacer un esfuerzo para escucharlo—. Tu abuelo, Horace Mannington, es uno de los hombres más ricos del estado de Missouri. Su hija, tu madre, era una belleza. Tenía una cohorte de ricos admiradores y tu abuelo esperaba que encontrara la pareja adecuada. Cuando se casó con tu padre, un maestro de escuela pobre...

—¡Mi padre no



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