Amar para siempre by Lisa Kleypas

Amar para siempre by Lisa Kleypas

autor:Lisa Kleypas [Kleypas, Lisa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1988-12-05T16:00:00+00:00


8

Cuando el bote azul de alquiler se acercó, Rosalie se puso pálida y comenzó a temblar como si estuviera preparándose para afrontar una terrible catástrofe. Esa reacción fue tan evidente que Mira la observó alarmada.

—¿Estás mareada? —le preguntó acercándose a ella.

Rosalie negó con la cabeza con los ojos brillantes por las lágrimas.

—No… Yo… No te preocupes. Estoy un poco abrumada, eso es todo.

Mira asintió, evitando mirar a Rosalie mientras ésta se enjugaba los ojos, se aclaraba la garganta y recobraba la compostura. El primer hombre que salió del bote debía de rondar la treintena, un tipo fuerte y alto con la cara redonda y atractiva. Tenía una mirada agradable y una sonrisa cordial. Llevaba el pelo peinado como el perfecto dandi que era, y sus cálidos ojos oscuros brillaban sobre una nariz ridículamente pequeña.

—Lord Alvanley —murmuró Rosalie, tendiéndole una mano que él se llevó educadamente a los labios. Más tarde le diría a Mira que Alvanley era uno de los más leales amigos de Brummell, que intercedía por él cada vez que Brummell necesitaba ayuda.

—Lady Berkeley. Siempre es un placer volver a verla —dijo Alvanley.

—Gracias, milord. También es un placer para mí. Me gustaría presentarle a la señorita Mireille Germain, mi compañera de conspiración y pupila de lord Berkeley.

Alvanley tomó la mano de Mira con cortesía mientras esbozaba una amplia sonrisa.

—Así que usted es la misteriosa mujer que los Berkeley guardan bajo siete llaves —murmuró—. Una querida amiga, de hecho, ya que lady Berkeley le ha confiado nuestro pequeño encuentro. Puedo ver qué le ha llevado a depositar tal confianza en usted.

Mira bajó la mirada de una manera que esperaba fuera apropiadamente tímida. Ya que Alvanley era una destacada figura social en Londres, su aprobación era crucial. Una buena opinión por su parte le abriría muchas puertas y acallaría cualquier rumor que circulara sobre ella.

—Me honra conocerle —dijo ella, mirándole con modestia y admiración a la vez.

—Pero que hayan venido solas… —continuó Alvanley, mirando a su alrededor con desaprobación—. No está bien. Confieso avergonzado que estaba demasiado preocupado por los asuntos de Brummell para pensar en su seguridad. Perdónenme, pero no debería haber aceptado que nos reuniéramos en un lugar tan peligroso como éste.

—No se preocupe por nuestra seguridad —le aseguró Mira con rapidez—. Mantenerlo todo en secreto es lo que verdaderamente importa. Sé que es muy peligroso que el señor Brummell venga a Inglaterra; es por él por quien debemos preocuparnos.

Alvanley le dirigió una cálida sonrisa.

—Qué buen corazón tiene.

—No, de ningún modo.

—Lady Berkeley, debería felicitarla por lo bien que elige a sus compañeras de conspiración.

—En ese caso, habría que felicitar también al señor Brummell —se atrevió a decir Mira, provocando que Alvanley se riera encantado.

Rosalie se adelantó para ayudar a salir al segundo hombre del bote. El tercer ocupante, un muchacho nativo del East End londinense, era quien había manejado los remos; recibió una pequeña bolsa de monedas que se metió en el bolsillo del abrigo y se apartó de la orilla para remar de vuelta al otro lado del río.



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