Alves & C.ª by José Maria Eça de Queirós

Alves & C.ª by José Maria Eça de Queirós

autor:José Maria Eça de Queirós [Eça de Queirós, José Maria]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1924-12-31T16:00:00+00:00


VII

A LAS SEIS DE LA TARDE, Godofredo, en zapatillas, acababa de sellar unos papeles cuando tintineó la campanilla y aparecieron sus dos amigos.

Carvalho, pese a su indiferencia por la etiqueta, se había cambiado de traje; iba con levita negra, y ambos traían un aspecto grave. Medeiros, muy correcto, con el bigote engomado, se sentó en el sofá y comenzó a quitarse lentamente los guantes negros, mirando a Godofredo. Después habló:

—Revientas de curiosidad, ¿no? Pues escucha: por ahora no hay nada hecho.

Godofredo, que se había quedado con los ojos clavados en él y estaba muy pálido, pareció respirar mejor. Pero de repente se enfureció: ¿cómo que nada hecho? ¿Es que el infame le negaba una satisfacción?

Carvalho intercedió:

—¡No, hombre! A cada cual lo suyo; y con Machado no hay problema.

—¿Entonces?

—Los testigos se mostraron recalcitrantes —dijo Medeiros—. Mira lo que pasó.

Era una larga historia, que Medeiros contó prolijamente, regodeándose en los detalles. Habían hablado con Machado, el cual les prometió que dos amigos suyos estarían a las cuatro en casa de Medeiros. Y puntualmente aparecieron allí Nunes Vidal, a quien Godofredo conocía perfectamente, chico experto en asuntos de honor, y Cunha, Albertino Cunha, el cual habló poco y estaba de comparsa. Pasaron, saludos, etc., todo muy solemne y lleno de amabilidad. Después trataron la cuestión. Nunes Vidal declaró que, en principio, el señor Machado estaba dispuesto a aceptar todas las condiciones, todas, cualesquiera que fuesen, propuestas por el señor Alves; absolutamente todas. Pero que él, Nunes Vidal, y su amigo Cunha entendían que el deber de los testigos, en un conflicto, era, antes de nada, procurar la paz y la reconciliación. Y, por tanto, si en principio su representado, el señor Machado, por un exceso de pundonor y de orgullo, estaba dispuesto a dejarse matar, sus testigos, que velaban por sus intereses, estaban allí, habían ido hasta allí, no sólo para procurar evitar en lo posible que sucediese una desgracia sobre el terreno a su amigo, sino que en torno a su nombre no se formara un escándalo que lo perjudicase.

—Todo esto muy bien dicho —añadió Medeiros—, todo muy bien explicado, con bonitas palabras… Realmente, me gustó Vidal.

—¡Ah, un chico con mucho talento! —murmuró Carvalho.

Finalmente, Vidal acabó diciendo que, bien considerado todo, no juzgaba que hubiera motivo para un duelo fatal, a pistola.

¡Otra vez la falta de motivo! Godofredo despotricó:

—¡Mil diablos! ¿Y cuánto más quería ese burro que me hubiese hecho Machado?

Con un gesto, Medeiros le contuvo:

—No te exaltes, hombre, no te exaltes… Tranquilo, que se lo dije todo. Vidal es muy experto, pero yo no me callé. Pregúntale a Carvalho…

—Estuviste magnífico —dijo Carvalho.

—Pero entonces, ¿qué diablos dijo Vidal? —exclamó de nuevo Godofredo.

Vidal había dicho que no había motivo de sangre, porque lo ocurrido entre Machado y la señora había sido un simple amorío…

Godofredo hizo un ademán airado.

Y Medeiros, levantándose a su vez:

—No te exaltes, hombre, escucha. Se lo conté todo. Les conté cómo los sorprendiste y lo de las cartas, «Riquiño de mi alma, qué tarde la de ayer» y lo demás. Les presenté todos los datos para convencerlos de que el adulterio era completo.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.