Almas perdidas by Lisa Jackson

Almas perdidas by Lisa Jackson

autor:Lisa Jackson [Jackson, Lisa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2007-12-31T16:00:00+00:00


Sonaron las campanas de la iglesia; su dulce tono resonaba en su mente, repitiéndose en su corazón. Deberían haberle alegrado, pero su profunda sonoridad tan solo lograba recordarle lo mucho que había perdido, lo mucho que había desperdiciado tan deseosamente, incluso impacientemente.

El padre Mathias tragó saliva con fuerza y se persignó una vez más sobre sus vestiduras mientras caminaba sobre la húmeda hierba. Iría a su apartamento, bebería un poco de brandi e intentaría urdir un plan, una salida.

¡Cobarde! No puedes liberarte. Te has condenado al infierno por tu propia mano. Eres Judas.

Por el rabillo del ojo, percibió un movimiento, el más ligero temblor en los matorrales que flanqueaban la galilea, el porche en el extremo oeste de la iglesia.

El padre Mathias sintió un estremecimiento en su corazón. Se dijo a sí mismo que no debía asustarse, aquel movimiento probablemente era causado por un gato que estaba de caza nocturna, o una zarigüeya escondiéndose entre las ramas o… ¡Oh, Dios mío!

Se quedó helado.

Una oscura silueta surgió de su agazapada posición bajo las estrechas ventanas de tracería.

—Padre Mathias —susurró con una voz ronca al acercarse.

—¿Qué deseas hijo mío?

El ser, que era como él lo imaginaba, era grande, un hombre con un disfraz ¿o era algo sobrenatural? ¿Era un hombre? ¿O una mujer amazona? ¿O no tenía sexo? Sus rasgos estaban ocultos bajo los oscuros pliegues de una gruesa capucha; sus ojos parecían tener un brillo ensangrentado.

Mathias temblaba, frío como la muerte.

Unos dientes blancos destellaron en la oscuridad. Los oscuros labios, como si estuvieran teñidos de sangre, le advirtieron.

—No nos traiciones. Puedo verlo en tus ojos, notarlo en tus gestos, oler el miedo que hay en ti. —Sus labios se curvaron en una mueca de disgusto y, durante un segundo, creyó haber visto colmillos en aquel semblante oscuro y malvado—. Si hay algún conato de traición, el más mínimo atisbo de deslealtad, serás culpado. Y te aseguro que serás castigado.

Antes de que Mathias pudiera levantar sus brazos sosteniendo el crucifijo ante la cara de aquel demonio, arremetió contra él, agarrando su muñeca con una dolorosa presa. Un cálido aliento quemaba su piel.

—¡No! —gritó él.

Demasiado tarde.

El tejido se rasgó.

Los labios se retrajeron.

Unos colmillos cayeron con fuerza sobre él.

—¡Aaaah!

El dolor chillaba a través de sus brazos mientras los dientes de aquel demonio se le clavaban en la carne.

—¡Santo Cielo, no! —gritó Mathias, sintiendo como el horror atravesaba su cuerpo.

El demonio le retorció la muñeca y él volvió a gritar.

—¡Por favor, no!

—¡Shhh! —La criatura levantó su oscura cabeza y la sangre del sacerdote goteó de sus horrendos labios—. Márchate —siseó, salpicando a Mathias con su propia sangre, y mostró una lengua bífida entre aquellos incisivos ensangrentados.

Santo padre, ¿qué clase de bestia del infierno es esta?

Atónito, el sacerdote cayó sobre sus rodillas, buscando a tientas su rosario, canturreando oración tras oración en un estado de terror y casi de parálisis. ¿En qué se había metido? ¿En qué?

Oyó voces. Desde el otro extremo de la iglesia. Dios Santo, no podían encontrarle así… no tenía explicación. El demonio



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