Alimentar a la bestia by Al Alvarez

Alimentar a la bestia by Al Alvarez

autor:Al Alvarez [Alvarez, Al]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Deportes y juegos
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-15T16:00:00+00:00


* * *

Cuando regresábamos desde Caernarfon hacia Nant Peris el viento empezó a soplar con fuerza y la luz menguó. En el Llyn Padarn rompían olas espumosas y encabritadas. Las nubes bajas sobre el paso de Llanberis ocultaban los picos; la lluvia formaba enormes cortinas ondulantes entre los riscos más bajos. Sobre las laderas donde el día anterior no había más que hierba y roca brotaban ahora riachuelos tumultuosos y pequeñas cataratas. Una capa de cinco centímetros de agua anegaba la carretera, y al surcarla, el coche levantaba un penacho de espuma. El arroyo junto al acceso hacia Tyn-y-Ffynnon estaba desbordado y el agua nos cubría los zapatos.

En la casa, dos niños rubios veían televisión, cada uno en una sala de la planta baja. Jo, de tres años, tumbada en un sillón y envuelta en una manta fina como una odalisca, estaba viendo dibujos animados. Mo exclamó «¡Ajá!» y comenzó con su rutina de padre-monstruo: avanzó arrastrando un pie y dando unos chillidos abominables y Jo aulló y luego se dejó hacer cosquillas. En la otra sala, Bill, de diez meses, estaba encaramado en la butaca de Mo, viendo seriamente el telediario. Sostenía con ambas manos una lata de cerveza y la bebía muy concentrado, dando sorbitos. La lata no estaba abierta.

Subimos a la planta de arriba y me senté sobre una caja de emabalaje mientras Mo pintaba el friso de una de las habitaciones grandes, que terminaría siendo la de los niños. Conversamos sobre las expediciones que pensaba realizar en 1986: en junio se iría con Joe Brown a Alaska para escalar dos veces el monte McKinley, primero por la vía habitual (el contrafuerte oeste) y luego por otra mucho más difícil, la vía Cassin (el contrafuerte sur). Si eso salía bien (y así fue), regresarían a Gales para descansar durante un mes y ganar peso antes de unirse a un grupo británico con el objetivo de conquistar por primera vez la arista noreste del Everest. La cresta noreste es uno de los últimos grandes desafíos pendientes en el Everest, y la parte más complicada se encuentra al final: una serie de pilares situados entre los ocho mil doscientos y los ocho mil quinientos metros. Iba a ser una expedición grande —dieciséis escaladores—, pero los chinos ya habían advertido de que no habría porteadores.

—No hay problema —me dijo Mo—. Por la cara norte se puede llegar en camión hasta los cinco mil ochocientos metros, y desde allí se puede seguir en yak hasta los seis mil cuatrocientos.

—De todos modos —contesté—, ¿Joe Brown y tú no estáis ya un poquito mayores para intentar la vía más difícil del Everest?

—En absoluto. Joe dice que si nos abrigamos mucho y dormimos como corresponde estaremos bien.

La perspectiva de subir el Everest ya había empezado a obrar maravillas en el entrenamiento de Mo, uno de los aspectos de la escalada que por lo general prefiere ahorrarse. Dos noches por semana iba a un rocódromo, y dedicaba una tercera a realizar gimnasia y ejercicios de estiramiento.



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