Ala-X 1: El escuadrón rebelde by Michael A. Stackpole

Ala-X 1: El escuadrón rebelde by Michael A. Stackpole

autor:Michael A. Stackpole
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Libros Star Wars


19

Wedge Antilles estaba contemplando cómo Gavin Darklighter y Corran Horn, tan inmóviles que parecían un par de cadáveres, flotaban dentro de los tanques bacta. Verlos allí trajo a su mente recuerdos del tiempo que había pasado en el interior de un tanque semejante, aunque su experiencia no había tenido lugar a bordo del Aplazamiento sino del Hogar Uno, el navío insignia del almirante Ackbar en Endor. Wedge había permanecido prácticamente inconsciente durante todo el tiempo que pasó dentro del tanque, lo que consideraba como una bendición. Estar despierto y ser capaz de pensar mientras no podía hacer absolutamente nada le hubiese vuelto loco.

—¿Sus pilotos han mejorado, comandante Antilles?

Wedge se volvió y parpadeó, muy sorprendido.

—¿Almirante Ackbar? ¿Qué está haciendo aquí, señor? El mon calamariano juntó las manos a su espalda.

—Leí su informe y lo encontré inquietantemente clínico. Decidí que quería contar con más información.

Wedge asintió.

—No dispuse de mucho tiempo para preparar el informe.

—Y en realidad nunca le han gustado demasiado los cuadernos de datos ni el utilizarlos.

—No. —Wedge se pasó una mano por la cara y descubrió una considerable cantidad de pelos de barba en su mentón y su mandíbula. «¿Cuánto hace que no duermo?».—. Hubiese podido solicitar un informe suplementario, o pedirme que le informara personalmente a bordo del Hogar Uno y haberse ahorrado el viaje.

—Ya pensé en ello, pero sabía que otro informe suyo no sería demasiado largo y que se negaría a separarse de su gente, por lo que elegí evitarme el tener que pasar por todas esas molestias. —Ackbar volvió la cabeza hacia el ventanal para contemplar a los dos hombres suspendidos en el líquido—. Y además, la atmósfera habitual de las reuniones del Consejo Provisional está empezando a resultarme insoportable. El destino del Escuadrón Rebelde es lo suficientemente importante para que pudiera ausentarme durante un tiempo sin que se me acusara de estar huyendo.

El corelliano miró a su comandante.

—¿Tan mal están las cosas?

—Probablemente exagero. Los políticos tienden a pensar en sus soldados como si fueran sus perros de guerra cyborreanos.

—Y a los soldados no les gusta ser considerados como mascotas.

Un ligero estremecimiento sacudió las espinas faciales de Ackbar.

—Dado que somos los que reciben los mordiscos, sangran y mueren, tendemos a resistirnos a los planes políticamente aconsejables pero militarmente suicidas. —Puso la mano sobre el ventanal—. ¿Han conseguido aclarar un poco más la imagen general de lo que sucedió allí?

—Todavía no. Los datos básicos siguen siendo los mismos: tres pilotos gravemente heridos y uno muerto, y los seis centinelas muertos. Otros pilotos tienen arañazos y pequeñas heridas. Las cosas tendrían que haber ido mucho peor, pero al parecer los soldados de las tropas de asalto querían colocar los explosivos, retirarse y luego armarlos y detonarlos mediante un sistema de control remoto. Si se hubieran limitado a ponerles cronómetros, habríamos perdido mucho equipo y a mucha gente antes de poder localizarlos todos. La operación de Talasea fue llevada a cabo por todo un pelotón. Eliminamos o capturamos a todos los efectivos, y también nos hicimos con el transporte Delta DX-9 en el que llegaron.



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