¡Juega bien tus cartas! by Leo Margets

¡Juega bien tus cartas! by Leo Margets

autor:Leo Margets [Margets, Leo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Economía, Juegos, Sociología
editor: ePubLibre
publicado: 2017-01-01T00:00:00+00:00


Despersonalizar el conflicto

A veces cuando chocas con una persona muy cercana a ti y media el orgullo de la supervivencia en el conflicto… es mejor dejar las cosas así, sin diálogo, pero igualmente con todas las medidas de la guerra.

LUIS GABRIEL CARRILLO NAVAS

Soy competitiva, es más: soy muy muy picona. ¡Muchísimo! Si estoy corriendo y te veo a lo lejos, serás mi rival a batir. Dicho esto, si veo que no puedo contigo o que hay pique pero finalmente me dejas atrás, reconoceré tu victoria y me alegraré por ti. Lo digo de corazón: ser competitivo no supone no saber perder. Para mí, ser competitivo solo implica dar lo mejor de mí misma para intentar hacerlo lo mejor que pueda, en cualquier ámbito. Y aunque obviamente celebro los logros, si cumplo esta premisa digamos que el resultado es lo de menos.

Antes de jugar al póker no era consciente de la importancia de tener esta mentalidad para sobrevivir en mi andadura como profesional. Hay demasiada gente que se toma los conflictos de manera personal. He visto colegas de profesión, familiares o amigos que intentan ganar al otro a cualquier precio y, si no lo consiguen, se lo toman como una derrota personal y ansían venganza.

Estoy convencida de que todos aquellos que hayan practicado deportes de contacto como el boxeo, el rugby o incluso el básquet o el fútbol, están mejor preparados para no tomarse los conflictos personalmente. Recibir golpes enseña a los deportistas que el conflicto es parte del juego, y también de la vida.

El póker también te enseña a despersonalizar el conflicto, básicamente porque el objetivo es ganar las fichas de los otros, y todas las fichas, sean de quien sean, sirven para este objetivo. No importa que ganes contra Joan, Javi o Paloma porque las fichas de cualquiera de ellos tienen el mismo valor y es, por lo tanto, un juego basado en el conflicto impersonal.

Un sinfín de veces he sido testigo, a veces incluso beneficiaria directa, de cómo un jugador no ha sabido aceptar perder una mano con anterioridad y, en un afán de venganza, ha acabado entregándome muchas más fichas. Recuerdo bien estar jugando en Las Vegas en verano de 2010 durante las series mundiales. Era justo el año después de quedar vigesimoséptima en el evento principal y me reconocían mucho por allí ya que había tenido una gran cobertura por parte de la ESPN, que cada año retransmite el evento principal del año anterior justo antes de que empiece el de la nueva temporada. Mi mesa era bastante agradable, conversábamos y no había ningún jugador particularmente incómodo hasta que, de repente, llevaron a una nueva incorporación: era un norteamericano de mediana edad, con bigote, camisa de cuadros, bastantes kilos de más y que parecía estar enfadado con el mundo entero. Se sentó sin mirar a nadie y seguimos jugando. Al poco, apostó en una mano y decidí resubirle con proyecto de color. Se lo pensó bastante y acabó abandonando. Al devolverle mis cartas al crupier, este, sin querer, las volteó y se vio lo que yo llevaba.



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