¡Frío! by Glenn Parrish

¡Frío! by Glenn Parrish

autor:Glenn Parrish [Parrish, Glenn]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1983-05-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO VIII

El profesor no se encontraba tampoco en ninguno de los restantes lugares mencionados por su asistenta, dos de los cuales estaban casi en las antípodas y ello les obligó a unos viajes que duraron más de lo previsto y a unos gastos que aterraron a la joven.

—No sé cómo podré pagarte…

—Para tu ministerio, debe ser una fruslería —dijo él—. Te he comprado algunas flores y bombones, y son obsequios personales, pero hay otros gastos que alguien debe sufragar. A fin de cuentas, es Zphtor quien quiere la maquinita que congela el ambiente.

Después de casi una semana de incesante movimiento, se hallaban en el apartamento del joven. Danroy conectó la televisión para conocer las últimas noticias sobre el caso y se sintió aterrado al saber la realidad.

La producción de hielo continuaba incesante y no se encontraba medio alguno para detenerlo. La montaña blanca alcanzaba ya una altura de casi trescientos metros por más de un kilómetro de diámetro en la base.

Barrios enteros habían sido engullidos por aquella devoradora masa de hielo, aunque sus habitantes habían sido evacuados a tiempo y no se habían producido desgracias personales.

El frío en la zona era intensísimo y alcanzaba un radio mucho mayor que el de la misma montaña helada. Danroy y Kheena pudieron presenciar la entrevista hecha a un científico, quien aseguró que, de no detenerse el crecimiento de la masa de hielo mediante procedimientos drásticos, podía llegar a alcanzar dimensiones indescriptibles.

—Su superficie es cada vez mayor y, por tanto, enfría una mayor masa de aire, la cual, a su vez, produce constantes corrientes que también se enfrían al ponerse en contacto con el hielo. Esas corrientes acarrean, lógicamente, vapor de agua, que se congela instantáneamente… Un día, tal vez, cuando la montaña de hielo sea mucho mayor, las corrientes de aire sean mucho más violentas y se produzcan huracanes de resultados nada agradables…

Las explicaciones del científico eran, a la vez, lógicas y aterradoras. La cámara del noticiario mostró aquella colosal masa de agua congelada, cuyo aumento no parecía poder ser contenido por nadie.

Otro entrevistado habló de la posibilidad de una bomba nuclear, pero la idea fue desechada, porque causaría aún mayores males que los que se pretendía evitar. Se había tratado de, por lo menos, mantener la masa de hielo en sus actuales dimensiones, mediante numerosas máquinas excavadoras, pero todos los esfuerzos habían resultado inútiles.

Las palas y las barrenas dejaban de funcionar a los pocos minutos, congelados no sólo los mecanismos, sino también los mismos metales, que se tomaban quebradizos y se rompían como si fueran de vidrio, después de apenas un cuarto de hora de funcionamiento. Además, los operarios, pese a que trabajaban en cabinas cerradas y con calefacción, acababan por no poder soportar la temperatura que, pese a todo, penetraba en el interior del vehículo y hacía la estancia insoportable.

Las mismas máquinas acababan por helarse y los motores se paraban, y todo el conjunto, cuando no se deshacía, quedaba cubierto por el hielo. Equipos técnicos tomaban la temperatura ambiental constantemente. Una



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