¿Es real la realidad? by Paul Watzlawick

¿Es real la realidad? by Paul Watzlawick

autor:Paul Watzlawick [Watzlawick, Paul]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales, Comunicación, Psicología
editor: ePubLibre
publicado: 1976-12-12T00:00:00+00:00


Un examen a fondo ha revelado lo siguiente:

1. La autenticidad de los documentos capturados está fuera de toda duda. Sigue en curso la prueba de si los han puesto intencionadamente en nuestras manos —lo que es poco probable—, así como la pregunta de si el enemigo sabe que los documentos han llegado a nuestro poder o sólo que se han perdido en el mar. Es posible que el enemigo ignore que nos hemos apoderado de los documentos. Consta, por el contrario, que sabe que no han llegado a su destino.

Con lo dicho quedaría suficientemente expuesta la significación de la operación Mincemeat por lo que hace a nuestra temática. Pero no puedo resistir la tentación de mencionar aquí algunos problemas adicionales que fueron saliendo a la superficie a medida que avanzaba su ejecución, no porque afecten esencialmente a mi tema, sino porque tienen el encanto del humor negro.

En primer lugar, había que hacerse con un cadáver cuyo estado y causa de muerte no estuvieran en flagrante contradicción con las consecuencias de la caída de un avión al mar. En enero de 1943 se halló uno que respondía a estas condiciones; hubo que conservarle en cámara frigorífica hasta que un submarino inglés lo lanzó frente al puerto de Huelva. Nunca se ha revelado la verdadera identidad del muerto.

Mientras que fue sumamente fácil encontrar un uniforme completo para el cadáver, la ropa interior presentó las mayores dificultades. Era necesario disponer de los indispensables cupones de racionamiento de ropa pero, por otro lado, no había ni que pensar en poner al tanto del asunto a las autoridades del ramo. Un donativo privado solucionó el problema.

¿Ha intentado alguna vez el lector vestir un cadáver congelado? Pues Montagu y sus agentes lo consiguieron… salvo las botas. Era imposible colocarlas en unos pies que se mantenían en ángulo recto respecto de las piernas. No hubo más remedio que arriesgarse a deshelar los pies y volverlos a congelar inmediatamente.

Otro problema de capital importancia para el éxito o el fracaso se refería a la cuestión de si el estado del cadáver podría resistir un cuidado examen forense. ¿Había alguna probabilidad de que al cabo de varios días de estar descongelado y flotando en aguas relativamente cálidas pudiera descubrirse que la muerte había ocurrido varios meses antes? Un eminente patólogo londinense, Sir Bernard Spillsbury, a quien se puso en antecedentes del caso, declaró sin ninguna falsa modestia: «No tienen que albergar ningún temor por los resultados de una autopsia de los españoles. Para descubrir que ese hombre no ha muerto a consecuencia de la caída del avión al mar se necesita un patólogo que tenga tanta experiencia como yo… y no hay ninguno en España» [105].

Para aumentar la credibilidad de la desinformación, la edición del Times de 4 de junio de 1943 publicó, en la forma acostumbrada, la muerte del mayor Martin; así los servicios alemanes (conocidos por su puntual costumbre de analizar minuciosamente los periódicos ingleses, apenas llegaban a Lisboa y Madrid), tendrían una prueba más de su autenticidad.



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