¡Adiós, preciosa! by Keith Campbell

¡Adiós, preciosa! by Keith Campbell

autor:Keith Campbell [Campbell, Keith]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1951-07-15T00:00:00+00:00


CAPÍTULO XII

Viajar boca abajo sobre una camilla, cubierto con mantas y en la parte trasera de una ambulancia, no es un método que yo recomendaría a la gente que le gusta saber adónde va. A mí me gusta verlo lo mismo que a cualquiera, pero como ni siquiera sabía en qué dirección salió la ambulancia, no perdí el tiempo intentando jugar a ser el Gran Jefe «Nariz-Sobre-El-Rastro». No sé más que el viaje duró lo que me parecieron veinte minutos, pero que probablemente fueron diez.

Uno de los hombres vestidos de blanco me hacía compañía, pero como yo no podía hablar y él no parecía naturalmente inclinado a la conversación, no conseguí sacarle nada. Así que intenté pensar, lo cual era bastante difícil sin un traguito de tónico.

¿Dónde, por todos los demonios, había yo cometido una imprudencia? Porque a no ser que Bags pudiera leer los pensamientos ajenos, yo debía haber hecho o dicho algo que le pusiera sobre la pista. ¿Pero, qué? Estudié todo como si utilizara un microscopio, sin poder hallar una respuesta. Desde el momento en que había descubierto que mi teléfono estaba vigilado no lo había usado más que para mis llamadas privadas, y para ir y venir a la oficina habíamos creado un método especial que dejaba fuera de lugar cualquier desliz a ese respecto. Además, apostaría dinero a que no había sido seguido excepto cuando yo así lo había querido.

Lo único que podía hacer después era estudiar el factor tiempo. Bags no sospechaba nada cuando me separé de él la noche anterior, lo cual significaba que lo que lo había estropeado todo, había tenido lugar entre esa hora y la llamada de Pauli por la mañana.

¿Qué había hecho yo en ese tiempo? Había llamado a Elvira diciendo que me iba a dormir, explicando que siempre descolgaba el teléfono cuando dormía. Bien. Si Bags hubiera llamado mientras yo estaba fuera, se le hubiera dicho que todo iba bien. Hasta aquí en lo que se refería al teléfono. Después de eso me había ido a la oficina y, como ya he dicho, sabía perfectamente que no me habían seguido. Finalmente, me había acostado y había dormido hasta por la mañana.

Podían haberse presentado en mi habitación para hacerme una visita y habrían encontrado en ese caso el cuarto vacío. ¿Pero qué importancia tendría eso? Lo único que podrían deducir de ello es que había salido, pero que un hombre salga a la calle es una cosa muy distinta de ser un Agente especial.

Eso era lo que no estaba completamente claro. Mucha gente diría que yo podría haberme hecho el tonto y pretender que no sabía de lo que estaban hablando, pero ¿qué probabilidades tenía de convencerles? Desde el momento en que se habían pronunciado las palabras «Agente especial», supe que la cosa iba absolutamente en serio. No, el de los calzones a rayas sabía de lo que estaba hablando y yo lo sabía también sin necesidad de que mencionara que sabía quién era Murphy.

Pero de mucho me servía saberlo.



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