Una chica de buen ver by Jim Thompson

Una chica de buen ver by Jim Thompson

autor:Jim Thompson [Thompson, Jim]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1953-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO DIEZ

Al igual que el cuerpo llega a ciertos límites de sufrimiento, la mente también alcanza los suyos en los impactos. Uno puede encontrarse aturdido, alarmado, pero se llega a un punto muerto. La rueda de las emociones se detiene en un punto, y en vez de confusión reina la calma.

Eso le sucedía a Dusty. En menos de una hora le habían arrebatado el pedestal donde se apoyaba su modo de vida para ofrecerle otro completamente nuevo. Había sido empujado hasta los mismos linderos del impacto. Ahora respondía tranquilamente.

—No se puede hacer, Tug. Las cajas de depósitos son a prueba de robos. Se necesitan dos llaves para cada una, la del hotel y la del depositante, y aunque se pudiera conseguir ambas…

—Sí, continúa, chico.

—Cada habitación tiene una caja distinta. Llevaría toda una noche abrirlas todas, y no hay modo de saber si lo que contienen vale la pena sin abrirlas. Yo no podría enterarme, la mayoría de los depósitos se hacen durante el día. Y…

—Ajá, claro —lo interrumpió Tug—. Eso todo ya lo sé. Tal vez sea mejor que te lo desembuche todo, ¿eh?

—Tal vez sea mejor.

—La temporada de carreras de caballos empieza dentro de dos semanas. Todos los grandes apostadores se dejarán caer por aquí la próxima semana. Querrán examinar las pistas, controlar los entrenamientos y todo lo demás; eso está más claro que el agua. No cabe ni una maldita duda, ¿ves? Traerán mucha pasta y con los horarios que se gastan, tendrán que depositarla en el hotel. Así que nosotros nos encargaremos de que suelten las llaves, pongamos…, seis o siete de los peces gordos y damos el golpe. Vamos, que les echamos el guante a un par de cien de los grandes, tal vez un cuarto de kilo, en menos de cinco minutos.

—Ya, pero… —Dusty se humedeció los labios—. ¿Qué quieres decir con lo de que nos encargamos de que suelten las llaves? ¿Significa que los…, los…?

—Naaa —Tug le dio un jovial codazo—. Nada de eso, chico. Sencillamente monto una pequeña fiesta en mi suite; mierda, ya han estado en un montón de mis fiestas en el pasado. Entonces, yo y los muchachos les damos una pequeña sorpresa, los ponemos fuera de combate, los atamos y todo eso y los apartamos de la circulación algún tiempo.

—Bien… —Dusty vacilaba—, pero todavía quedan las llaves del hotel. Bascom… —hizo una pausa— ¡Dios, no puedo hacerlo, Tug! Bascom estará allí, y no hay modo de utilizar esas llaves sin que…

—¡Espera, espera! —exclamó Tug—. Tú no vas a utilizarlas, Bascom lo hará. Lo único que tienes que hacer es pillar la pasta y meterla en consigna. La metes en una bolsa que yo te daré y la registras, como si fuera una bolsa de viaje normal porque yo…

—¡Y Bascom! ¿Qué pasa con él?

—… No quiero tenerla encima, ¿ves?, por si surge alguna complicación. Mis muchachos podrían acalorarse, ¿me comprendes? Igual les da por ponerse a discutir sobre su tajada en el golpe. Así que la registras y rompes el resguardo, primero memorizas el número, claro, y yo me pongo en contacto contigo en cuanto la cosa se calme.



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