Un verano en París by Sarah Morgan

Un verano en París by Sarah Morgan

autor:Sarah Morgan [Morgan, Sarah]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-04-09T00:00:00+00:00


Audrey

Audrey se giró en la cama y descubrió que estaba sola. Las sábanas revueltas y el hueco en la almohada junto a ella le dijo que no se había imaginado la noche anterior.

Se sentó, con cara de sueño. Vio su vestido tirado en el suelo. Sus zapatos junto a la puerta. La ropa señalaba los sucesos de la noche anterior.

Al final habían ido a un bar. Él había pedido una cara marca de cerveza, e insistido en que ella probara una también. La música sonaba tan fuerte que habían tenido que permanecer pegados el uno al otro para poder mantener una conversación, aunque, siendo justos, habían besado más que hablado. Tan absortos habían estado el uno con el otro, que él ni siquiera se había dado cuenta de que Audrey no había tocado su bebida.

Etienne conocía a muchas personas. Pasaron a su lado, dirigiéndose a él en un rápido francés, pero Etienne siempre contestaba en inglés para que ella no se sintiera excluida.

Se tumbó de espaldas y miró fijamente el techo. Le gustaba. Le gustaba mucho.

Y no había nada malo en ella.

Al recordarlo, sonrió.

Se oyó el sonido de la puerta abriéndose empujada por el hombro de Etienne que entró en la habitación con una bandeja. Se detuvo en la entrada y sonrió.

—Sigues aquí.

—¿Y por qué no iba a seguir aquí?

Etienne se encogió de hombros de una manera tan adorable que resultó incómodo.

—La mañana después. Las cosas se ven diferentes a la luz del día, ¿no?

Si acaso, él se veía incluso mejor que la noche anterior.

Audrey deseó haber hecho una rápida incursión al cuarto de baño para, por lo menos, cepillarse el pelo.

—Anoche me divertí.

—Yo también. No sé qué te gusta desayunar, de modo que he preparado una selección —llevaba el torso desnudo, pero se había puesto un par de pantalones cortos. La cintura caía baja sobre sus caderas y ella sintió que se le hacía la boca agua.

La noche anterior no se habían dicho muchas cosas, pero ¿y si de repente le apetecía hablar? ¿Y si elegía un tema del que ella no supiera nada? No quería parecer estúpida. Le cohibía más la idea de mantener una conversación que el sexo.

Audrey se sentó en la cama, sujetándose la sábana sobre el pecho.

—Tu apartamento es como un hotel.

—El apartamento de mis padres —puntualizó él mientras dejaba la bandeja sobre la cama. El olor a café recién hecho se mezcló con el del croissant caliente. Los cabellos le caían sobre la frente y la mandíbula estaba oscurecida por la incipiente barba.

Estaba tan insoportablemente mono que el estómago de Audrey se encogió.

—Deben ser superexitosos, supongo —ella tomó un croissant—. ¿Debería usar plato? No quiero llenarlo todo de migas.

—Si lo haces, las lameré de tu cuerpo —él se inclinó hacia delante y la besó en la comisura los labios—. Eres increíble. Tu pelo parece que estuviera en llamas.

Nadie le había dicho nunca que era increíble.

Y el modo en que la miraba la hacía sentirse increíble.

Ese croissant era lo mejor había probado en su vida. Sabía a mantequilla, hojaldrado y todavía caliente.



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