Regreso a la villa de las telas by Anne Jacobs

Regreso a la villa de las telas by Anne Jacobs

autor:Anne Jacobs [Jacobs, Anne]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-11-16T00:00:00+00:00


* * *

«Qué abrigo más absurdo y pesado», pensó. No sería más que una carga, ¿por qué no lo había dejado en su cuarto?

Sin embargo, cuando conoció el gélido invierno del este, agradeció de todo corazón a Fanny Brunnenmayer su regalo. El abrigo le dio calor en las estaciones de tren expuestas a las corrientes de aire, fue su nido protector durante las noches que pasó en salas de espera sin calefacción y también en el pescante junto al cochero, que la llevó por un buen precio de Kolberg a Maydorn, y sin ese abrigo de piel se habría congelado. El camino que conducía de la carretera a la mansión era estrecho y desigual, encima estaba helado, así que los caballos resbalaban, el coche se tambaleaba de un lado a otro y el conductor soltaba maldiciones de vez en cuando. Liesl tuvo que sujetarse con ambas manos al pescante para no caer a la nieve que se acumulaba a ambos lados del camino. Cuando se acercaban a la mansión vio a mozos y criadas haciendo tareas en el patio, perros que correteaban sueltos, una bandada de gallinas que picoteaban el suelo y, delante de algunos edificios bajos, montones humeantes de estiércol de color marrón amarillento.

Liesl pensó que serían los establos. Seguro que ahí guardaban los cerdos con los que hacían las deliciosas salchichas. Cuando el cochero paró en medio de los perros que ladraban, vio por fin la casa. Estaba apartada del patio, era de ladrillo rojo y parecía antigua, y tenía un porche en el medio con un frontón cubierto de hiedra. No era un castillo ni una casa señorial como la villa de las telas, pero seguía siendo un edificio decente que destacaba de las casas normales. No, la mansión Maydorn no era tan miserable como se temía.

El cochero bajó sin preocuparse más por ella. Liesl observó cómo se acercaba a los dos mozos que estaban al lado de los montones de estiércol hablando entre ellos. Uno llevaba un chaleco sucio y desgreñado hecho con piel de oveja, y en los pies se había atado unos harapos. El otro iba vestido con una chaqueta de cuero grasienta, llevaba un viejo gorro de piel y las piernas enfundadas en unas botas marrones sucias. Este hombre parecía tener un rango mayor que el de la piel de oveja. Liesl vio que levantaba el brazo furioso y el otro se encogía de hombros.

Su conversación quedó interrumpida por el conductor, que hizo una pregunta a la que el hombre de las botas altas contestó mirando el coche y comprendió que tenían un invitado. Era el momento de que Liesl cogiera su bolsa de viaje y bajara. Le costó un poco. No era fácil bajar del pescante con los pies entumecidos y las manos heladas, pero aún era más difícil exponerse a los ladridos y gruñidos hostiles de los perros que la rodeaban, aparentemente con ganas de arrancarle la bolsa de las manos. En realidad le gustaban los perros, pero estos eran completamente distintos a los animales bien educados que iban con correa en la ciudad.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.