Por culpa de los gatos by Nicolas Freeling

Por culpa de los gatos by Nicolas Freeling

autor:Nicolas Freeling [Freeling, Nicolas]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1962-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO VI

Aquel día parecía que el tiempo iba a cambiar, trocándose en una ola de calor primaveral, la más agradable de todas. No el calor procedente de la estepa, que llega a Holanda impulsado por el viento de levante y hace que las playas del mar del Norte se llenen de medusas. Era demasiado pronto para eso. Tampoco se trataba del anticiclón del Sur que casi traía consigo el aroma del tomillo y de las mimosas de Córcega. Era abril todavía, y el aire continuaba siendo algo fresco. Al día siguiente, era domingo. Si el tiempo se mantenía así, las muchachas, con sus vestidos primaverales de algodón estampado, revolotearían como mariposas multicolores por las aceras del bulevar. Van der Valk se asomó a la ventana. Tenía la boca seca y anhelaba una cerveza.

En sus oídos repiqueteó, prosaicamente, el timbre del teléfono.

—¡A la orden, jefe! Hannie acaba de recibir una llamada de una de sus amigas, una tal Carmen, que le ha preguntado si pensaba ir a clase esta tarde… Hannie ha contestado que sí y han quedado citadas para comer en el snack-bar del «Singel».

—Diga a Bart que la siga y que trate de escuchar lo que hablen. No pierdan de vista a ninguna de las dos muchachas.

Unos segundos más tarde, zumbó el intercomunicador.

—¡Sí!

—Mijnheer van Sonneveld está esperando, señor.

—Que pase.

Arie van Sonneveld era un individuo delgado, casi magro, cuyo rostro excitable y anguloso resaltaba más por llevar los ralos cabellos peinados hacia atrás y pegados al cráneo. Vestía camisa de nylon y traje de terilene; todo su aspecto parecía sintético. Los dientes, demasiado parejos y blancos, debían ser también de plástico. Elegante, de mirada aguda e inteligente y sonrisa fácil y obsequiosa. Se le consideraba sumamente bueno en su profesión, consistente en persuadir a los fabricantes ricos para que invirtieran más dinero en sus campañas publicitarias. Hablaba como una ametralladora y se veía que estaba demasiado nervioso.

—Lo siento. He llegado un poco antes de lo convenido, pero es que he de aprovechar un hueco entre dos citas de negocios. Le ruego que no me considere duro o insensible en lo que atañe a mi hijo. Estoy muy preocupado por él, mas tenemos mucho trabajo en mi oficina. Tengo el mejor de mis empleados de vacaciones y no dispongo de ninguna otra persona en quien pudiera delegar este cometido. Eso es lo malo de mi negocio… Se trata de algo excepcionalmente personal, puesto que se basa en contactos y diálogos…

—Sosiéguese y tome asiento, por favor.

—Es que todo esto me tiene trastornado, inspector. No puedo comprender qué le ha sucedido a mi hijo. Lleva una vida sosegada y tranquila. En el colegio, suele obtener excelentes calificaciones y, ahora, comete una estupidez como esa… Por lo que me contó mi esposa, parece ser que el chico se asoció con una pandilla de maleantes o algo por el estilo. Le agradezco mucho que fuera a mi casa a explicar lo ocurrido. Lo que siento es no haber estado presente entonces, pero ya lo ve, no puedo parar un momento.



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