Las cincuenta grandes mentiras de la Historia by Bernd Ingmar Gutberlet

Las cincuenta grandes mentiras de la Historia by Bernd Ingmar Gutberlet

autor:Bernd Ingmar Gutberlet [Gutberlet, Bernd Ingmar]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Roca Editorial de Libros
publicado: 2013-05-28T06:00:00+00:00


El príncipe Potemkin

¿Un simple tramoyista?

Los términos y las expresiones con una referencia histórica no son nada excepcional, y cuanto más popular sea su uso, más férreamente se impone su pretendido contenido histórico en la conciencia general. Esto es especialmente aplicable en la expresión «pueblos de Potemkin», que se emplea cuando una afirmación sospechosa o un supuesto hecho se presenta con una fachada detrás de la cual, si se mira con atención, no hay nada.

El trasfondo de la expresión es relativamente conocido: según cuentan, el príncipe Potemkin, protegido de Catalina II de Rusia (1729-1796), mandó instalar fachadas de casas y botes de madera disfrazados de pesados buques de guerra durante un viaje de inspección de la emperatriz para engañarla en lo referente al verdadero estado de sus tierras y sus fuerzas de combate. Pero, ¿acaso esta imagen y la expresión difamatoria hacen justicia a los hechos y al personaje?

Potemkin (1739-1791) es conocido especialmente como uno de los numerosos amantes y favoritos de Catalina la Grande, cuya protección lo hizo ascender rápidamente tras el derrocamiento del zar, en el que participó. Desde 1776, Potemkin se desempeñó como príncipe del Imperio y finalmente obtuvo el rango de mariscal de campo. Como gobernador general de Nueva Rusia, fue responsable de las nuevas provincias del sur y defensor de una de las políticas de expansión contra el Imperio otomano, razón por la cual sus provincias debían ser pobladas, fomentadas y edificadas masivamente.

La difamación del príncipe debido a la presunta fachada de cartón se remonta a un viaje a las provincias del mar Negro emprendido por la emperatriz rusa a principios de 1787 junto con su aliado, el archiduque austriaco José II. Entre 1774 y 1783, Catalina había expandido Rusia hacia el sur, desafiando con ello al Imperio otomano. Y con el llamado «viaje a Táuride», preparado durante años, escenificado suntuosamente y emprendido con un gran séquito, quería exhibir el poder y la gloria de Rusia, pues además del archiduque austriaco participaron también los embajadores de Francia e Inglaterra. El viaje, que se realizó desde Kiev por el río Dniéper hasta la península de Crimea, pasando por las diversas ciudades recién fundadas hasta llegar a Sebastopol, se convirtió en un triunfo tanto de la emperatriz como del príncipe, gobernador de la zona y guía del viaje, pues presentaron una Rusia fuerte y próspera a los demás viajeros y por ende a la opinión pública europea.

En efecto, el príncipe Potemkin había gestionado una amplia política de reconstrucción para impulsar el desarrollo del sur de la actual Ucrania, y el resultado había sido muy exitoso, ya que unos pocos años después pudo invitar a su zarina a este viaje. A los augustos soberanos se les presentaron edificios y parques maravillosos, se habían reconstruidos pueblos enteros, y las numerosas obras daban testimonio de una intensa construcción en las ciudades. Pero el remate de la visita fue, gracias a la eficaz demostración de poder, la presentación de la nueva armada del mar Negro en Sebastopol. El despliegue militar se complementó



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