La llama de la sabiduría by Juan Francisco Ferrándiz

La llama de la sabiduría by Juan Francisco Ferrándiz

autor:Juan Francisco Ferrándiz [Ferrándiz, Juan Francisco]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2015-04-08T16:00:00+00:00


38

La precipitada reunión tuvo lugar en la sala Dorada, la sede de los jurados. Restaurada tras un incendio décadas atrás, era la cámara más bella y solemne de la Casa de la Ciudad. Símbolo de la prosperidad de Valencia, allí se agasajaba a los dignatarios foráneos en recepciones y embajadas. A través de las puertas de roble, las carcajadas y los aplausos de la fiesta contrastaban con el ambiente tenso que se respiraba en el interior.

Caterina se sintió aterrada al observar expectantes en sus sitiales a los seis jurados que regían la urbe, el racional, el abogado fiscal Miquel Dalmau y a un sorprendido Hug Gallach, convocado por expreso deseo de la joven y que permanecía de pie, mirándola hastiado. Jamás había hablado ante tantos hombres y probablemente, salvo las reinas consortes del Reino de Valencia, era la primera mujer con voz en aquella imponente sala. Tragó saliva y miró a don Felipe de Aragón, que con el gesto la invitaba a hablar.

—Honorables jurados —comenzó, engolando la voz para darse más presencia—, lamento interrumpir la celebración, pero en este momento en algún rincón de la ciudad se está cometiendo una injusticia intolerable. Sólo les ruego un instante para explicarme, y les recuerdo que al jurar el cargo el día de Navidad aceptaron respetar nuestros Fueros y actuar fieles a la verdad.

—Una mujer no tiene voz en este consistorio —le espetó Miquel Dalmau.

—Yo he visto lo que ella ha visto y su voz será la mía, señores —adujo don Felipe, divertido ante los rostros embotados de los jurados—. Además, este asunto afecta a un escudero que está bajo la protección de la Orden de Nuestra Señora de Montesa.

—Juro por Dios que todo lo que diré es cierto y que puede ser demostrado.

—¡Explicaos! —exclamó Joan de Vilarrasa, amigo de don Felipe.

Le daban una oportunidad para hablar, era algo inaudito. De pronto desapareció aquel peso en el estómago que la acompañaba desde que entraron a la sala. Una extraña fuerza corría por sus venas, y se erigió orgullosa, imitando a su padre cuando ensayaba en casa un alegato. Por una vez en su vida actuaría como letrada. Dejó de lado las fórmulas de cortesía y prosiguió con voz enfática:

—El día de la boda entre Hug Gallach, aquí presente, e Irene Bellvent, una mujer, antigua prostituta, agredió e insultó al novio en presencia de los invitados. Tras localizarla, me narró un luctuoso crimen ocurrido hace nueve años y que quedó impune. Para ella, el elegante novio era aquel asesino que nunca pagó su delito.

—¿Una pecadriu? —inquirió micer Miquel Dalmau con ironía.

Caterina le devolvió la misma sonrisa.

—Así es, alguien sin crédito pero que sembró la duda sobre la identidad de Hug Gallach. Juzguen ahora sus señorías si el contenido del Llibre del Bé e del Mal, guardado en esta casa, debe también despreciarse. —Avanzó por la sala notando su mente cada vez más despejada—. A principios de abril de 1478, una joven prostituta llamada Joaneta era hallada por los barqueros del Turia ahogada y con marcas de estrangulamiento en la garganta.



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