La desaparición by Julia Phillips

La desaparición by Julia Phillips

autor:Julia Phillips [Phillips, Julia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2019-05-13T16:00:00+00:00


FEBRERO

Revmira se despertó sabiendo que era 27 de febrero. Esa fecha la intimidaba. Se vistió con lentitud, con tristeza, sintiendo el peso del día, y cuando fue a la cocina se encontró con su marido preparando café.

—Buenos días —le dijo.

—Buenos días —le dijo Artiom, y ella supo por cómo sus hombros se inclinaron sobre la hornilla que él también era consciente del día que era.

Revmira sacó queso y jamón para desayunar. Puso dos platos en la encimera y él sirvió el café. La cucharilla tintineó mientras mezclaba el azúcar en la taza de ella. Llevaban veintiséis años juntos, casi la mitad de su vida, y todavía le sorprendía la bondad de Artiom. Era el hombre más fácil de complacer que había conocido. Aunque, bueno, solo había conocido a dos.

—¿Qué tal has dormido? —le preguntó Artiom.

Revmira se encogió de hombros, puso los sándwiches del desayuno en el plato y se sentó en su silla.

—¿Te toca hoy de guardia?

—De doce a doce.

Artiom se reunirá en breve con el resto del equipo de rescate, harán acopio de todos los materiales y se prepararán para cualquier vuelo urgente a las montañas, a las cuevas de hielo o sobre mar abierto; pero, de momento, seguía aquí con esa camiseta arrugada. Aún no se había afeitado. Detrás de él, la ventana de la cocina enmarcaba un cielo claro.

Revmira había tenido una noche de sueño profundo y oscuro. No había soñado con Gleb. No como cuatro años después del accidente: entonces sí, soñó que Gleb iba a la casa donde vivía de niña a hacerle una visita para llevarle un regalo por su cumpleaños; luego se la llevaba en coche por una carretera llena de baches, más allá de los límites de la ciudad, hasta las orillas de arena negra. «Esto es imposible», le dijo Revmira en ese sueño. «Lo sé», respondió él y cambió de marcha. Ella quería tocarle la mano pero tenía miedo de que se distrajera al volante.

—Hoy va a hacer calor —dijo Artiom.

Revmira levantó la vista del plato.

—¿En serio?

—Casi cero.

—No me extraña —dijo Revmira—. Siempre te pones en el mejor turno. Seguro que te pasas el día de pícnic.

—Tomando helado en la nieve. Claro. Con este solazo, no me extrañaría que nos llamen porque algún novato se queme fuera de pista.

—Tú ten cuidado —le dijo.

Él seguía observándola.

—Como siga así, no parece que el invierno vaya a durar mucho —dijo—. El teniente Riajovski nos ha escrito esta mañana. Quiere que nuestros barcos se pongan a buscar a las hermanas en cuanto la bahía se deshiele.

El pan estaba seco en la boca de Revmira.

—Nunca llegó a responderme.

—Le volví a preguntar. No dijo nada.

—Qué capullo —dijo ella.

Artiom le sonrió desde el otro lado de la mesa. Esa mirada acentuaba sus líneas de expresión.

—¿Le has hablado de la hija de Alla?

—Se lo he contado todo —dijo Artiom—. Él es muy formal y metódico: el general de división necesita aprobación por parte del ministro para una nueva operación de búsqueda en el mar.

Revmira puso el pan en el plato.



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