Instinto básico by Richard Osborne

Instinto básico by Richard Osborne

autor:Richard Osborne [Osborne, Richard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1991-12-31T16:00:00+00:00


11

Se lanzó al teléfono como si fuera una llamada de vida o muerte. Las palabras que oyó penetraron en la niebla de su mente como dardos envenenados. Nick sintió chapotear el charco de bourbon en su estómago como el agua de la sentina de un viejo barco.

—Sí —consiguió decir—. De acuerdo.

No pudo identificar la voz al otro lado de la línea, pero en cuanto la oyó supo que era la de un policía, y que el policía hablaba oficialmente. Le explicó a Nick lo que había ocurrido y le dijo dónde tenía que acudir antes de cinco minutos. Y colgó.

Curran se había despertado borracho, pero el mensaje disipó su intoxicación etílica como el sol del verano desvanece una niebla matutina.

A pesar de que ya estaba sobrio, la conmoción por lo que acababa de oír le mantenía pegado al sofá. Tardó unos momentos en reunir fuerzas para levantarse e ir hacia la puerta.

En el aparcamiento, detrás del Ten-Four, encontró el habitual carnaval de la escena de un crimen. Tal vez éste era un poco más grande, teniendo en cuenta que se trataba de un policía. Había coches patrulla por todas partes y agentes de uniforme como si esperaran que el criminal volviera al escenario del crimen. Al salir del Mustang, Nick pensó de pronto en que tal vez le veían a él bajo esa perspectiva.

Walker, Gus, y un par de tipos de Asuntos Internos estaban en torno a un enorme coche Lincoln Town dorado. Ninguno de ellos pareció alegrarse de ver a Nick; claro que tampoco es que él estuviera muy contento de verlos a ellos. La multitud que había en torno al coche se abrió al acercarse Nick, como si tuviera la peste.

Gus Moran enfocó una linterna sobre el amplio asiento trasero del lujoso coche. Allí yacía despatarrado Martin Nilsen, miembro de la División de Asuntos Internos del Departamento de Policía de San Francisco. La sangre oscura, casi negra, empapaba el cabezal aterciopelado en un halo en torno a su cabeza.

—Un tiro —murmuró Gus—. A bocajarro. Parece de un revólver del treinta y ocho.

No hacía falta aclarar que el revólver del treinta y ocho era el arma habitual del DPSF.

—Dame tu pistola, Nick —dijo Walker, casi pidiendo disculpas.

—Pero Phil —respondió Nick con calma—, no irás a creer que yo…

—Dámela, Nick. Por favor.

Curran se encogió de hombros, sacó el arma de la sobaquera y se la entregó. El jefe de Homicidios olió el cañón, como un experto en vinos que catara un caldo de dudosa cosecha. Luego movió la cabeza y le pasó el arma a uno de los hombres de Asuntos Internos.

—Bueno, no es gran cosa, Nick, pero este revólver no ha sido disparado recientemente.

—No, desde que estuve haciendo prácticas en el campo de tiro hace unas tres semanas. Tú ya sabes que yo no maté a Nilsen.

—Lo único que sé es que no lo mataron con este revólver, Nick. Eso es lo único que puedo decir sin temor a equivocarme. —Walker no le miró a los ojos. Se dio la vuelta y se alejó hacia su coche.



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