Homo Erectus by Juan Eslava Galan

Homo Erectus by Juan Eslava Galan

autor:Juan Eslava Galan
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Humanidades Antropología
publicado: 2011-09-29T23:00:00+00:00


CAPÍTULO 47

La mujer conquista el sexo

Aprovechando la visita papal a Barcelona, vino a verme anoche un paciente cuya profesión y estado no revelaré en observancia del secreto profesional. Lo traía a mi diván un grave problema «identitario»: era travestí a tiempo parcial, aunque, debido a la especial índole de su trabajo, no podía practicar su afición los domingos y fiestas de guardar dado que, a la hora en que la comunidad travestí de su ciudad celebraba sus saraos, él tenía que estar oficiando para los feligreses de su parroquia.

Ya en la despedida, hablamos de esas generalidades de la vida, los cambios, la crisis y el sexo, y él me dijo:

—¿Qué nos está pasando, doctor? ¿Qué ocurre con las mujeres? Las nietas de las abuelas que guardaban un rosario en el bolso y un devocionario en la mesita de noche tienen ahora una caja de preservativos y un consolador.[407] Las abuelas adoraban la casa de la pradera y las nietas se pirran por la impudicia de la casa de Guadalix de la Sierra («Gran Hermano»).

—Es la aceleración de la historia y la reducción del presente —respondí—. ¿Conoce las tesis de Mijail Malishev, las de Grom-pone, Lester Brown y Pacheco?

—No, yo, ya sabe, mi breviario...

—Pues no le dé vueltas que le harán la picha un lío.

—Entonces lo dejaré para cuando me opere. Gracias, doctor.

No es el único caso. Historias semejantes son mi alimento emocional cotidiano. El cambio ha sido importante, sí, y yo diría que para mejor. La abuela aquella beatona e hipócrita a la que aludía mi paciente anterior tenía más mala leche que un nublado; sin embargo, la nieta liberada, parece mentira que herede sus genes, ha resultado ser una chica sana que vive su vida sin fastidiar al prójimo, una ONG con tetas y muslos que comulga absolutamente con la piadosa idea de que «lo que se han de comer los gusanos dejad que lo disfruten los humanos».

Durante milenios, el sexo recreativo ha sido cosa de hombres, jamás de mujeres. La mujer decente ni siquiera sentía los orgasmos o si los sentía era mejor que los disimulara.[408] En el siglo XIX la clase media y parte de la aristocracia educaba a sus mujeres en la más completa ignorancia sexual. Solamente el día de la boda las madres le aclaraban a la hija: «Esta noche no tengas miedo, que no pasa nada, pero tu marido te hará lo que has visto que hacen los perritos con las perritas.» Y la novia virginal, cuando se encontraba a solas con el novio, le suplicaba: «Felipe, lo que tú quieras, pero cuando estemos pegados lo único que te pido es que no me arrastres por el pasillo, que me da mucha vergüenza.»

Con esa ignorancia, muchas mujeres somatizaban su frustración en forma de problemas físicos o mentales que los médicos, debido a las limitaciones de su ciencia, diagnosticaban como «histeria femenina». Ya los griegos creyeron que este estado de nerviosismo e hipersensibilidad que a veces advertían en la mujer se debía a que su útero (hystera, en griego) le causaba afecciones físicas.



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