Emilia Pardo Bazán by Isabel Burdiel

Emilia Pardo Bazán by Isabel Burdiel

autor:Isabel Burdiel [Burdiel, Isabel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2019-02-20T16:00:00+00:00


Confesaba sentirse en un estado de excitación nerviosa que afectaba a su salud, y necesitaba desahogarse personalmente con él. «De lo que V. y yo hacíamos asunto de risa, ahora hago yo tela de malhumor, y me echo a perder el hígado tontamente. ¡De aquí a ochenta años la gente se reirá de tantas cosas! ¡Y nuestros huesos estarán reducidos a polvo!»[472].

Por esas mismas fechas, Menéndez Pelayo contestaba a José M.ª Pereda, quien le había preguntado si realmente sonaba Emilia Pardo para la vacante que había rechazado cubrir Galdós: «[…] de doña Emilia nadie ha dicho una palabra, dejando que la propia Señora disparatase a sus anchas en las impertinentes cartas o memoriales que ha publicado». La candidatura de don Benito, aunque fuese un liberal, era diferente para ellos. Tenía amigos poderosos en la Academia que estaban decididos a convencerle para que aceptase presentarse de nuevo con avales más fiables. En el caso de Pardo Bazán, habían sonado voces de apoyo que demostraban que la misoginia cerrada de la Academia no era unánime. Sin embargo, nunca se forjó una candidatura formal, paso previo indispensable para cualquier deliberación al respecto. Un «liberal inofensivo» y un «escritor de relumbrón» no eran lo mismo que una mujer impertinente, aunque fuese también escritora de relumbrón.

Cuando el 12 de abril de 1889 otro académico neocatólico, León Galindo y Vera, falleció sin mayor respeto por su inmortalidad, Emilia escribió a Galdós: «Si vale mi consejo, no aceptes todavía la entrada en la Academia. Tente firme. Es muy temprano aún. Hay por lo menos docena y media de vejestorios que están al caer; maduros como peritas, y dentro de un año, al menos, entrarás muy dignamente»[473]. Cuatro días después, don Benito contestó a los requerimientos de Menéndez Pelayo:

No puedo menos de ver en esta prematura aceptación de la plaza algo humillante para mí. No me gusta que se me crea ansioso de ciertos honores que no ambicioné jamás, y menos había de ambicionar ahora. Me temo que, a pesar de las buenas disposiciones que, según V., hay a favor mío, la urna me revele de un modo harto elocuente las antipatías que tengo en aquella casa[474].



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