El secreto de T. by Nando López

El secreto de T. by Nando López

autor:Nando López [López, Nando]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Distopía, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2021-07-01T00:00:00+00:00


16

PENÉLOPE

Los grupos comandados por Paris y Aracne fueron los dos últimos en llegar al Refugio elegido por Dédalo como destino final de su viaje. Tan pronto como aparecieron, Leda pasó revista entre ellos del mismo modo que lo había hecho con los anteriores.

—¿Estáis todos bien?

—Con algún pequeño contratiempo —respondió Layo, aludiendo a las heridas más o menos leves que habían sufrido en la emboscada de los Pegasos—, pero sí. Por lo menos, seguimos vivos.

—Y eso es gracias a ti —apostilló Helena mirando a Ariadna, orgullosa de que su compañera en el Olimpo fuera quien los había salvado.

—Solo hago lo que puedo —respondió ella, y se volvió a ayudar a los heridos para rehuir el halago que acababa de recibir. Sus compañeros interpretaron ese gesto como un rasgo de modestia, pero no era más que una consecuencia de la incomodidad que le provocaba su don. La atormentaba la idea de que esa magia, que cada día se hacía más poderosa, la acercase a la misma oscuridad que pretendía vencer.

El Refugio se hallaba muy próximo al Taigeto, en el interior de una estación de tren abandonada. La reestructuración del transporte en todo Ypsilon, que buscaba optimizar los recursos energéticos —según el Senado— y, de paso, vigilar los movimientos de sus ciudadanos —según Dédalo— había provocado que se suprimiesen muchas de las antiguas líneas de comunicación, de las que todavía quedaban restos como aquel lugar que los Rebeldes convirtieron en su campamento.

—Estamos muy cerca… —les advirtió Leda—. No les resultará difícil rastrear nuestra presencia si llamamos su atención.

—Solo será un día. —La tranquilizó Dédalo—. El tiempo justo para ejecutar nuestro plan.

—¿Y luego? —preguntó Ariadna, aunque temiera conocer la respuesta.

—Luego habrá que seguir huyendo… —contestó el anciano—. Tendremos que volver a ser nómadas, como los demás compañeros Rebeldes.

—Hasta que la Operación Velo triunfe —añadió Calipso.

—¿La operación qué? —Layo sonaba disgustado. Era la primera vez que los Rebeldes escuchaban aquel nombre—. Empiezo a estar harto de tanto secretismo.

Desde la marcha de su hijo, se había vuelto cada vez más taciturno, por mucho que Orion, que compartía la misma desazón, le insistiese en que no era su culpa y tratase de justificar la ausencia de T. «Se está buscando, necesita tiempo…», le insistía. Pero las palabras de su pareja no lograban consolar a Layo, a quien aquella situación le extrañaba cada día más. Y menos ahora, que se preguntaba cuándo volverían a verlo después de que Ítaca hubiera sido arrasada. ¿Qué pasaría si intentaba volver? ¿Cómo daría con ellos? T. sabía tan bien como sus padres que cualquier comunicación podía ser interceptada por el Senado y ponerlos en peligro, así que quizá no se atreviera a hacerlo.

—¿Nos lo vas a contar de una vez o no? —insistió Layo, que no estaba dispuesto a tolerar más silencios.

—Aún no puedo explicároslo —se disculpó Dédalo—. Tenéis que confiar en mí. Os prometo que no tardaréis en entender por qué todo debe suceder así.

—¿Así cómo? ¿Entre engaños? ¿Ocultando información a vuestra propia gente? Porque a lo mejor no tiene mucho sentido luchar contra una dictadura para acabar imponiendo otra.



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