El collar de Aljófar by Carmen Panadero

El collar de Aljófar by Carmen Panadero

autor:Carmen Panadero [Panadero, Carmen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-01-01T00:00:00+00:00


XXI

Al día siguiente de los acontecimientos que se acaban de referir, entraba en Sevilla aquel que, aseguraban, era el califa Hixem II. Pero, antes de proseguir, menester será dar a conocer los sucesos que condujeron a su sorprendente aparición y nueva coronación: a finales del estío de aquel año de 1035 había comparecido ante mi suegro un exiliado cordobés para anunciarle:

—Señor, pocos días atrás y pese a que te pueda parecer increíble, en la ciudad de Calatrava he visto a Hixem II, de quien nada se sabía desde 1013 y a quien todos daban por muerto.

Ante tan inverosímil revelación, Muhammad ben Abbad exhortó al confidente:

—Mira bien lo que dices, que de enorme gravedad es lo que afirmas, y mucho lleva penado este país como para jugar con estas cosas.

Pero el hombre, poniendo a Alá por testigo, porfió:

—Lo he visto con mis propios ojos, ¡lo juro por Alá! Y hay más: su inesperada y molesta presencia ha colocado en embarazosa posición a los gobernantes de Toledo.

Este presunto Hixem era conocido en Calatrava como Jalaf y se ganaba la vida fabricando esteras, pero su mucho parecido con el infeliz califa y el no poseer un solo pariente en la ciudad, pues se desconocía su origen, contribuían a dotar de veracidad al increíble relato que se empeñaba en contar a todo el que quisiera escucharle. Aseguraba haber escapado con el auxilio de algún súbdito leal del encierro que en Córdoba le imponía el califa de los beréberes, Suleymán, y haber embarcado luego rumbo al Oriente, hastiado de la falsía y las ambiciones que siempre le habían cercado en al-Ándalus y temiendo seriamente por su vida.

Cuando el desventurado soberano llegó a la Meca, sufrió un asalto y fue despojado de todo cuanto llevaba en dinero y joyas, con los que pensaba subsistir. Desfallecido y asediado por la necesidad, trabajó primero con un alfarero y, más tarde, en Jerusalén, en el obrador de un esterero, donde aprendió a hacer esteras.

Transcurridos largos años, como la nostalgia por su patria perdida lo asaltara día y noche, resolvió tornar a al-Ándalus, donde se estableció en Calatrava como esterero y se mantuvo con el fruto de su trabajo. Como todos cuantos pasaban por su taller se sorprendieran por el gran parecido que le encontraban con Hixem II, él mismo acabó por afirmar que lo era. Aseguraba que, asqueado de la política, determinó vivir de su propio esfuerzo, olvidado de todos y en sosiego, pero que el lacerante dolor que le causaba la desintegración de al-Ándalus le había decidido a darse a conocer.

¿Fue todo esto verdad o fue impostura? Alá lo sabe. Y mientras el pueblo creyó con entusiasmo y ferviente esperanza en el retorno de su califa, los hombres de gobierno y de cultura negaban tal extremo con igual pasión. Con motivo de esta imprevista resurrección, de una punta a otra de al-Ándalus volvieron a recordarse los relatos de las mujeres y de los eunucos del harem de Córdoba, que siempre sostuvieron que Hixem II vivía; o se evocaba,



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