El Tercer País by Karina Sainz Borgo

El Tercer País by Karina Sainz Borgo

autor:Karina Sainz Borgo [Sainz Borgo, Karina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2021-03-01T00:00:00+00:00


Tras casarse con Mercedes, Abundio no solo ejerció de administrador principal de los telares y las granjas: también quiso dejar claro que él era el nuevo dueño. Despidió a los obreros y al personal de confianza, en lugar de reparar la maquinaria rota la vendió como chatarra y convirtió los antiguos galpones en depósitos. Desvalijó la fábrica y lo destruyó todo. Más tarde descargaría en su hija todo su resentimiento. Hervía de rabia por no haber engendrado un varón, pero al menos la criatura le aseguraba un porcentaje de la parte de los terrenos que correspondían a su mujer, a la que sometió a una vigilancia férrea.

Antes de convertirlo en alcalde de Mezquite, Abundio encomendó a Aurelio Ortiz algunas tareas para poner a prueba su lealtad o su cobardía. Espiar a Mercedes fue el primer encargo. Aurelio acababa de casarse con Salvación. Necesitaba dinero, así que aceptó sin rechistar.

Se presentó ante la mujer de su jefe la noche del primer aguacero del invierno. Mercedes había regresado de uno de sus viajes a la casona familiar, donde pasaba temporadas cada vez más largas con su hija Carmen, entonces una criatura de unos tres o cuatro años.

—Aurelio Ortiz, para servirle.

Ella lo miró de arriba abajo.

—Las personas no me sirven, trabajan para mí. Lo otro es más del gusto de mi marido. Es él quien lo envía, entiendo.

Aurelio asintió.

—Ahórrese el tiempo y dígale a Alcides que no preciso de chaperones ni espías.

Fue lo mismo que le dijo su propia mujer.

—¿Ahora sos un soplón? No sé para qué te prestás a esas cosas, Aurelio —lo reñía Salvación—. ¡Estaría mejor que montaras tu oficina de contador! ¡Firmar documentos, registrar ventas! ¡Eso que hace la gente normal!

Su esposa era terca y malpensada. No paraba de recriminarle cosas. Tenía buen corazón, no le hacía ascos a ningún trabajo y sabía ser solidaria. Había llegado desde San Fernando de las Salinas, un pueblo de la costa a unas cinco o seis horas de la sierra. Era alta y tenía el cuerpo grueso como un samán. Vino a la sierra para levantar su franquicia de productos dietéticos, unos polvos milagrosos que ella despachaba con un discurso tan extravagante como sus nombres: «Fuerapapada», «Quitabarriga», «Vuelvelavida». Hasta Visitación compraba aquellos bebedizos.

No había quien la engañara, porque dudaba de todo. Necesitaba muy poca información para hacerse una idea de las cosas. Por eso no le gustaba ver a su marido trabajar para Abundio. Tenía razón, pero él no estaba en condiciones de dársela.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.