De buitres y lobos by Francisco Galván Olalla

De buitres y lobos by Francisco Galván Olalla

autor:Francisco Galván Olalla [Galván Olalla, Francisco]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2005-08-15T00:00:00+00:00


* * *

El intercambio de miradas al despedirse después de la cena fue una clara promesa de un futuro encuentro amoroso, y Sigebert estaba dispuesto a convertir cuanto antes ese futuro en presente.

Antes de ir en su busca, pasó por la habitación y comprobó que, efectivamente, los hombres de Potamio habían recuperado las pertenencias de Wulfric. A continuación, recorrió el atrio e irrumpió en la cocina como si allí se ocultara un maleante. Laronia, que se encontraba en la despensa, se asomó sobresaltada y se le iluminaron los ojos al verlo. No tuvo tiempo de salir del almacén. Sigebert se abalanzó sobre ella y la alcanzó en la misma entrada. La piel que hacía las veces de cancela se interpuso entre ellos, pero no pudo impedir que sus bocas se juntaran con furor.

Sigebert, sin dejar de besarla, la levantó agarrándola por las nalgas y la llevó al fondo de la oscura despensa. La cortina no soportó el tirón y cayó al suelo arrancada de cuajo. Apoyados sobre una gran tinaja de aceite, se besaron con intensidad y se acariciaron como si llevaran mucho tiempo esperando aquel momento.

Un ruido en la cocina cortó su arrebato para devolverlos al mundo de las cacerolas. Alguien trasteaba en los fogones. Laronia se asomó con cuidado. Era la madre de Potamio que, debido a que era algo sorda, no escuchó la batalla que se libraba en la despensa.

Los amantes permanecieron mudos durante una eternidad hasta que la anciana se marchó. El godo se disponía a reanudar la lucha, pero la cocinera lo contuvo.

—No, aquí no —dijo ella en voz muy baja—. Puede entrar cualquiera y sorprendernos.

—Es cierto —reconoció Sigebert, jadeante—. ¡Vayamos a tu cama!

—Imposible. En mi aposento dormimos tres mujeres.

—¡Mejor para mí! —dijo en broma Sigebert.

—¡No seas guarro! —le amonestó.

—No te enfades, lo decía de guasa. Pues yo tengo el mismo problema, porque Wulfric duerme conmigo.

—¡Ven! —dijo ella con resolución cogiéndole de la mano y tirando de él—. Ya sé dónde podremos pasar un rato sin que nadie nos interrumpa.

Lo llevó de la mano hasta su habitación para recoger una capa con la que abrigarse y después salieron al bosque. La noche estaba estrellada y la creciente luna ofrecía suficiente luz para moverse sin necesidad de bujía.

—¿Adónde me llevas? —preguntó él, impaciente—. La fonda más próxima debe estar a muchas millas de aquí.

—No te alarmes, enseguida llegamos.

Laronia no le soltó la mano en ningún momento. Embozada en su capa negra, la cocinera lo condujo por un estrecho sendero del bosque que desembocó en un claro. Cruzaron al otro lado y se introdujeron en el encinar por una zona en la que no había sendas marcadas pero la ausencia de maleza les permitió avanzar a buen paso.

—Ya hemos llegado —dijo ante una empalizada de madera.

Siguieron la valla durante unos instantes hasta que giró hacia la izquierda. Laronia se paró de pronto y Sigebert a punto estuvo de arrollarla.

—¿Qué ocurre? —preguntó en voz baja con temor de llamar la atención de los que pudiera haber en el interior.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.