Crónica sentimental de España by Manuel Vázquez Montalbán

Crónica sentimental de España by Manuel Vázquez Montalbán

autor:Manuel Vázquez Montalbán [Vázquez Montalbán, Manuel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1971-11-14T16:00:00+00:00


Americano: Hello, hello,

ya ni la atómica ni el radar

ni el Efe Be I han de servir

contra el fuego concentrado

de la mirada de una chica de Madrid.

Ni los cazas a propulsión

ni el Nautilus con su radar

tienen la eficacia que tiene

la madrileña en su mirar.

Ni el Nebraska ni el Lake Champlain

navegando en alta mar

tienen el airoso balanceo

de una madrileña al caminar.

«LO QUE NUNCA MUERE»

La radio estrena su esplendor con los años cincuenta. Se ha electrificado considerablemente el país, se han promocionado los más variados sistemas de venta para poner la radio al alcance de casi todos los españoles. Las retransmisiones son los programas favoritos; puestos a retransmitir, hasta se programan películas. Se creó así un género artístico nuevo: la voz en off sin imagen. Los otros programas predilectos eran las audiciones cara al público y los seriales radiofónicos. La SER era la cadena de más audiencia, en especial los seriales de tarde, de Guillermo Sautier Casaseca y Luisa Alberca, interpretados por Matilde Conesa, Juanita Ginzo, Pedro Pablo Ayuso, Teófilo Martínez, Eduardo la Cueva, etc. En el área de Cataluña, un joven guionista, Antonio Losada, creaba por entonces un estilo de guión radiofónico romántico, como El espectro de la rosa. Otro guionista, José Joaquín Marroquí, se especializaba en la versión radiofónica de las novelas de Henry Troyat. El anticomunismo militante era la base del primer gran éxito de Sautier (Lo que nunca muere) y también del primer gran éxito de Marroquí (Mientras la Tierra exista). Radio Barcelona creó una auténtica conmoción popular con la versión radiofónica de Lo que el viento se llevó. Las voces de los locutores se mitificaron. Los mitos radiofónicos gozaron del trampolín publicitario de revistas como Ondas o Correo de la Radio, que nos contaban lo bien que montaba a caballo la locutora María Fernanda o lo bien vestido que siempre iba Pedro Pablo Ayuso. Sautier aún no era entonces el primer paladín antimarcusiano del país, como lo es ahora a través del serial El pecado de la mujer. Entonces se limitaba a colaborar en la guerra fría junto a la OTAN con un espíritu de extrema generosidad, porque España no estaba ligada a la oceánica entidad. La voz perversa de los comisarios del pueblo turbaba el quehacer de las amas de casa a las cinco en punto de la tarde.

Tal vez los guionistas aún no habían profundizado demasiado en las ciencias del lenguaje. Tal vez no supieran todavía asumir teóricamente lo que ya realizaban en la práctica. La música se convertía en auxiliar de la palabra, en anticipo de la emoción. Antes de cada grito desgarrador: «¡Luisa!», «¡Juan!», «¡Mercedes, no te lo consiento!», «¡Pedro, respeta a tu padre!», «¡Basta Ya, Paco!», la música cortaba el resuello con un toque de rebato. Este recurso lingüístico fue profundamente utilizado incluso con un cierto desmedimiento, como cuando en un guión, tras un apocalíptico resonar musical, Arturo preguntaba: «Lupe, ¿qué has hecho esta tarde?».

Los seriales conmocionaban hasta tal punto que se aprovechaba su éxito de público para realizar reducciones escénicas que se representaban periódicamente con un gran éxito de taquilla.



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