350 palabras by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2016-06-01T00:00:00+00:00

LA ESCLAVA

Junio de 1934

Josefa sale de casa, apura el paso en dirección a las escuelas. Ni tiempo ha tenido para cambiarse de ropa, siempre de luto, eternamente arrebujada en un delantal gris y blanco. Tiene que volver enseguida, se acerca el momento de dar de comer a los cerdos. Los animales barruntan la hora de comer, levantan las patas delanteras y empujan con fuerza la puerta de tajadera que da paso a los comederos. El chillido de los animales es sobrecogedor. Levantar la tajadera es peligroso y Josefa no deja que nadie lo haga, excepto ella.

—Buen día señora maestra.

—Buenos días Josefa, cuántos días sin verte…

—Ya sabe usted, la cosecha de este año, la casa, los animales; vamos, un sinvivir.

—¿Y qué te trae por aquí?

—La Mari ha cumplido ya 7 años y la necesito en casa, así que tiene que dejar la escuela.

—Pero, Josefa, la chica es muy espabilada, le gusta aprender, ¿no te da pena?

—En casa faltan manos. De leer y las cuentas ya sabe. ¿Qué más estudios necesita una mujer?

Navidades de 1962

—Querida Madre: Por la presente estamos todos bien, espero que vosotros también, ¿cómo anda padre de los bronquios? Tengo que darte una noticia que mucho me ha hecho llorar.

Anteayer José Mari me dijo que sus padres quieren venirse a vivir con nosotros. El abuelo José pase, es un santo, pero Amparo es una sota, más mala que un tercio de requetés. Le dije que por qué no se van con alguna de sus hijas, ya saben las señoritas a qué puerta llamar. José Mari me dijo que eran sus padres y que además nos comprarían un piso grande con ascensor y bañera, se puso cabezón y tuve que callar.

La abuela requeté se hizo terciaria de la Orden de San Francisco y vivió hasta los 102 años. La Mari murió con 79 años. Una esclava sin amos ya que los tenía en su propia familia. Que murió dos veces gracias a la visita del doctor Alzheimer y que al final descansó, convertida en cenizas, en un columbario sin lápida que la recuerde.

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