1936 by Enrique Moradiellos

1936 by Enrique Moradiellos

autor:Enrique Moradiellos [Moradiellos, Enrique]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2003-12-31T16:00:00+00:00


Con mucha menor delicadeza hacia esos «residuos pequeño-burgueses» del viejo orden de clases que el mostrado por Solidaridad Obrera, una de las más expresivas articulaciones de esta línea argumental en favor de la revolución proletaria se encuentra en las declaraciones del POUM (cuya implantación fundamental se centraba en la Cataluña urbana). El 6 de diciembre de 1936, en un discurso pronunciado en Barcelona, su líder, Andrés Nin, no dudaba en subrayar sus diferencias con la posición oficial del gobierno largo-caballerista y denunciaba acremente la tentativa de restaurar «la República de Azaña»:

La lucha continúa porque la lucha no está entablada entre la democracia burguesa y el fascismo, sino entre el fascismo y el socialismo, entre la clase obrera y la burguesía. (…) Contra el fascismo sólo hay un medio eficaz de lucha: la revolución proletaria. Si dejándonos deslumbrar por las bellas frases demagógicas de los señores republicanos de izquierda creyésemos que corresponde hoy a nuestros intereses defender la República democrática, con esto no haríamos otra cosa que preparar la victoria del fascismo para un porvenir más o menos lejano[15].

La pugna oficial entre ambas concepciones del esfuerzo bélico republicano se mantuvo abierta hasta la crisis barcelonesa de mayo de 1937 (de resultas de la cual se produjo la caída de Largo Caballero y el ascenso de Negrín, al tiempo que los servicios secretos militares soviéticos secuestraban y asesinaban a Nin por su propia cuenta y riesgo). Y todavía con posterioridad no quedaría completamente resuelta en términos de militancia sindical y eco popular. Baste recordar que Solidaridad Obrera saludó la formación del primer gobierno del doctor Negrín tachándolo de «gobierno de la contrarrevolución».

De hecho, oficialmente, Negrín no consiguió vencer sobre sus oponentes también en este campo hasta el mes de abril de 1938, cuando se formó su segundo gabinete, llamado «Gobierno de Unión Nacional», con participación de ministros de todos los partidos y de ambos sindicatos (Segundo Blanco por la CNT y Ramón González Peña por la UGT). Ése sería el gobierno que formuló y suscribió los «Trece Puntos» como únicos y oficiales Fines de Guerra de la República.

Para entonces, sin embargo, otros problemas materiales más acuciantes estaban socavando real e irremisiblemente el nervio moral de las masas populares republicanas y de no pocos dirigentes políticos y militares: la interminable sucesión de derrotas en el frente, la persistente inhibición de las potencias democráticas y las míseras condiciones de vida impuestas por una guerra a la defensiva y sin esperanza de apoyos exteriores próximos y suficientes. Así lo apuntó en sus estudios pioneros el general Salas Larrazábal con precisión:

Lo que realmente dañaba la moral y quebrantaba el espíritu del Ejército (de la República) era la derrota, eterna creadora de discordias; la inflación, motivo del hambre y permanente origen de rebeldía, y la pésima administración con su inevitable secuela de escasez y descontento. Todo ello unido producía una fuerte depresión de ánimo en los frentepopulistas y una correlativa exaltación de sus enemigos, cada vez más numerosos[16].

Y no había sido el primero ni el único. El



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