Yo, Julia (Premio Planeta 2018) by Santiago Posteguillo

Yo, Julia (Premio Planeta 2018) by Santiago Posteguillo

autor:Santiago Posteguillo [Posteguillo, Santiago]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fiction, General, antique
ISBN: 9788408199175
Google: awl0DwAAQBAJ
editor: Grupo Planeta
publicado: 2018-11-05T23:00:00+00:00


Cámara de los esclavos, domus de Maesa en Viminacium, Mesia Superior

Septiembre de 193 d.C.

Lucia estaba sentada, esperando.

Las niñas estaban acostadas. Su trabajo, por aquella jornada, había terminado. Estaba cansada, pero aun así aguardaba en silencio, entre las sombras de la única lámpara de aceite que iluminaba la estancia. Sabía que Julia Domna, la esposa del emperador, la hermana de su ama, había venido de visita, y tenía la esperanza de que no lo hubiera hecho sola, sino acompañada por algunos esclavos, además de la escolta militar que había visto en la puerta de la domus.

Lucia exhaló un largo suspiro. ¿Habría acudido él?

—Hola —dijo una voz, la voz que esperaba, y dio un respingo por la sorpresa, pero replicó con rapidez y con una amplia sonrisa en el rostro.

—Hola..., Calidio.

Luego hubo un breve silencio que, sin embargo, no resultaba incómodo para ninguno de los dos.

—¿Te va bien? —preguntó él—. Te veo... sana.

Ella volvió a sonreír.

—Sí. Hice lo que dijiste: cumplo bien con mi trabajo, atiendo a las niñas, sobre todo a la pequeña, que es la que está más a mi cargo, y el ama me trata bien. Como a diario, abundante, y no paso frío por las noches. Tengo mi propia manta y un lecho en una cámara pequeña, pero cálida, al lado del dormitorio de las pequeñas. Me llega incluso algo el calor del aire caliente que va por debajo de la casa. Pero así si tienen algún mal sueño por la noche, como estoy cerca de ellas, puedo atenderlas sin que despierten a su madre.

—Eso está bien —dijo él, siempre mirándola con atención—. Sí, se te ve... tranquila. Me alegro.

—Gracias.

Hubo otro silencio.

—¿Y tú? —preguntó ella.

—Bien. El amo me ha premiado con varias recompensas, con sestercios que he podido añadir a mi peculium. Unos premios han sido por haberte encontrado a ti, otros cuando el Senado reconoció como emperador al amo.

Pero la respuesta no llegó acompañada de una voz de completa felicidad o calma a juego con sus palabras.

—¿Pasa algo? —quiso saber Lucia.

—Va a haber una guerra —respondió Calidio—. Las guerras no son buenas para nadie. Tampoco para los esclavos. Si pierden nuestros amos, la vida que llevamos ya no será la misma. Puede que sobrevivamos a un posible desastre, pero será difícil que estemos como ahora.

—Ya —dijo Lucia y miró al suelo pensativa—; ¿perderá tu amo?

—No lo sé. De eso no entiendo. Está preocupado, desde luego, eso está claro. Por lo que oigo en las comidas, el amo tiene muchos apoyos, muchas legiones, pero Pescenio Nigro, su contrincante, es un senador poderoso y también tiene un gran ejército: todas las legiones de Oriente están con él.

—Por eso vamos hacia el este, ahora lo entiendo —dijo Lucia como si hubiera tenido una auténtica revelación.

—Por eso vamos hacia el este, sí.

Otro silencio.

Las sombras de los dos temblaban en las paredes de la estancia sin decoración ni pinturas.

—Y por eso está tu ama contrariada, ¿verdad? —preguntó Lucia—. La he visto entrar con aire triste en el atrio.

Calidio inclinó la cabeza un poco hacia un lado.



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