Viajes con Henry James by Henry James

Viajes con Henry James by Henry James

autor:Henry James [James, Henry]
La lengua: spa
Format: epub
editor: 2017
publicado: 2017-03-15T23:00:00+00:00


UN VERANO EUROPEO: DE VENECIA A ESTRASBURGO

UN VERANO EUROPEO:

DE VENECIA A ESTRASBURGO

Marzo de 1873

Puente de los Suspiros, Venecia, c. 1850.

Podría haber mucho que decir sobre la dorada cadena de ciudades históricas que se extiende desde Milán a Venecia, en la que los mismos nombres —Brescia, Verona, Mantua, Padua— son un adorno en cualquier frase; pero voy a tener que refrescar recuerdos que ya tienen tres años, y a convertir mi relato breve en uno más extenso. Solo de Verona y Venecia guardo impresiones recientes, e incluso a estas debo hacerles justicia con premura. Vine a Venecia, igual que la vez anterior, hacia el final de un día de verano, cuando las sombras empiezan a alargarse y la luz a refulgir, y me encontré con que las sensaciones que me acompañaban aguantaban muy bien la repetición. Se produjo el mismo retraso intolerable en Mestre, justo antes de que el primer atisbo de la laguna confirme el ya perceptible olor a mar que ha impreso velocidad al vuelo de la imaginación; después el líquido liso, bordeado a lo lejos por su grupo indiscriminado de cúpulas y chapiteles, pronto distinguidos y proclamados, no obstante, mientras excitadas y discutidoras cabezas se multiplican en las ventanillas del tren; después el largo retumbo sobre el inmenso puente ferroviario blanco que, a pesar del injusto contraste que sacó a relucir (muy adecuadamente) el señor Ruskin entre el acceso nuevo y el viejo a Venecia, la verdad es que, a su manera, resplandece a través del regazo verde de la laguna cual imponente vía navegable de mármol; después la inmersión en la estación, que será en todo similar a cualquier otra inmersión salvo por un pequeño detalle —la tónica del popurrí de voces que llega desde la salida no es «¡Taxi, señor!», sino «Barca, signore!». No es mi intención, sin embargo, seguir al viajero a través de cada fase de su iniciación, a riesgo de pisotear la pobre Venecia sin remedio como suprema pesadilla de la literatura; ahora bien, por mi parte, opino que para suscitar un saludable apetito por lo pintoresco, el tema no puede tratarse de manera demasiado difusa. Cuando encontré en la Piazza a un joven pintor americano que me dijo que había pasado el verano en Venecia, podría haberlo agredido de pura envidia. Estaba pintando, en verdad, el interior de San Marcos. Para ser un joven pintor americano en absoluto perplejo por el alma burlona y elusiva de las cosas, y satisfecho con su superficie y forma bañadas de luz; de mirada atenta; amante del colorido, del mar y del cielo, y de cualquier cosa que pueda caber entre ellos; de encaje antiguo, de brocado antiguo y muebles antiguos (incluso los hechos a medida); de armonías suavizadas por el tiempo sobre lienzos anónimos y alegres contornos en viejos grabados baratos; pasar una mañana en sereno y productivo análisis de las sombras apiñadas de la basílica, las tardes en cualquier lugar, sea iglesia o explanada, canal o laguna, y las noches charlando a



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