Vagalume by Julio Llamazares

Vagalume by Julio Llamazares

autor:Julio Llamazares
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2023-02-24T00:00:00+00:00


11. Cenizas de la nada

A Carracedo lo volví a ver esa noche. En el mismo bar de la tarde anterior, que era donde solía empezar su recorrido nocturno.

—¿Qué? ¿Sigues sin resolver el misterio? —me saludó.

Yo venía de casa de Manolo, donde había estado toda la tarde leyendo otra novela suya que había dejado a la mitad. Empezaba a desesperar ya de encontrar algo en lo que escribió que me encendiera una luz en la oscuridad.

Contra lo que venía dispuesto a hacer, no le dije a Carracedo lo de la carta de la mujer misteriosa. Aunque no había pensado en ello, al verlo en el bar lo hice: ¿y si la mujer tenía que ver con él? Porque ¿cómo sabía de la existencia de los originales inéditos de Manolo si ella misma afirmaba en su carta que ignoraba que había seguido escribiendo?

Mis propias dudas me hicieron pensar. La mujer, fuera quien fuera, tenía que conocer a alguno de los que sabían del hallazgo de los libros de Manolo, y no eran tantos, que yo supiera. Aparte de su familia, Carracedo y Santamaría, porque se lo dije yo, y la socia de María, porque se lo contaría ésta. Seguramente habría más personas, pues tanto su familia como aquéllos habrían compartido la noticia con más gente, pero en esencia ésos eran los sabedores del hallazgo. A través de quién le llegaría a la mujer de la carta la noticia era lo que me intrigaba ahora.

De repente me sentía como un detective más que como el amigo de alguien que trataba de encontrar una explicación a su comportamiento extraño y me veía empezando a sospechar de todos, incluso de Carracedo, que lo único que hacía era intentar ayudarme a encontrar esa explicación y acompañarme, entre tanto, durante mi estancia en una ciudad en la que yo era un forastero ya.

—De momento no —respondí a su lejana pregunta sin decirle nada de lo que pensaba.

La noche transcurrió como de costumbre, visitando dos o tres bares más y cenando algo en la barra del último de ellos. Carracedo parecía feliz con esa vida, aunque se le notaba una melancolía de solitario en el fondo. Llevaba años separado. Y fuera del periódico ya no tenía con quién compartir su tiempo, pues sus amigos ya eran mayores y tenían una familia con la que quedarse en casa o salir. Así que Carracedo vagaba por la ciudad como un fantasma nocturno, un fantasma como tantos que poblaban sus viejos barrios y sus cafés. Me recordaba a mis años jóvenes, cuando cada noche se prolongaba más de lo previsible siempre, pero Carracedo ya no era un principiante en ellas, al revés: era el más veterano de todos los que nos encontrábamos en los bares, lo mismo que en el periódico. Pero a él eso no parecía importarle. Convencido o resignado a ser un fantasma más, atravesaba las noches de la ciudad como un barco sin destino ni nadie que le esperara al final de ellas. Y yo con él, acompañante



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