Una vida by Italo Svevo

Una vida by Italo Svevo

autor:Italo Svevo [Svevo, Italo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1892-01-01T00:00:00+00:00


XIV

Una noche, Annetta anunció a Alfonso que, pocos días después, iba a llegar su hermano Federico. Se lo avisaba para que se preparara a comportarse con la máxima prudencia. Federico la quería mucho y, mientras estuviera en la ciudad, sería difícil que la dejara ni un minuto sola. Así, pues, le rogaba que no cometiera imprudencias, porque, si despertaba la más ligera sospecha en Federico, tendrían que dejar de verse.

Alfonso le prometió todo lo que le pidió. Aquella noche ella le había concedido mucho y él quería corresponderla con la misma docilidad; le preguntó incluso si deseaba que suspendiera por un tiempo sus visitas y se declaró dispuesto a complacerla. Aun así, ella no lo quiso, porque también una interrupción tan repentina podía despertar sospechas. No le pareció necesario decirle que habría sentido mucho no verlo durante tanto tiempo.

En cierto modo, las relaciones entre Alfonso y Annetta se habían vuelto menos afectuosas. Ella no le había dicho nunca que lo amara. Había dejado que él lo dijera, pero desde hacía algún tiempo tampoco él sentía la necesidad de repetirlo ni ella lo echaba de menos. Parecía que, por esa razón, su actitud mutua se había vuelto más franca y que había un acuerdo tácito entre ellos, pero en realidad no subsistía, porque Alfonso seguía esperando otra cosa y había reconocido —y lo lamentaba— que la vía en la que se encontraba era la que podía conducirlo a la conquista de una querida, pero no de una amante ni de una esposa.

Delante de otra gente, parecía un cortejador, lanzaba miradas, hacía cumplidos o rezaba por estar aunque sólo fuera un instante a solas con ella para poder decirle algo. Cuando por fin estaban solos, ella le decía, con una sonrisa en la que a él le parecía a veces distinguir ironía, que podía hablar. Sin abrir los labios, él la atraía hacia sí y la besaba apasionadamente. En determinado momento, ella se defendía, pero con la enérgica calma de una persona segura de sí misma. Desde que Alfonso se había vuelto prudente ante aquellos cuyas sospechas temía Annetta, ya no tenían disputas. Parecía enteramente que estaba dispuesta a volverse más su querida que su esposa; se enfadaba por la actitud de él en público, no por la que tenía cuando estaban a solas.

En la oficina se enteró de que había llegado Federico, cosa que le causó una extraña impresión de abatimiento. Poco a poco, había conquistado la amistad de todos cuantos frecuentaban la casa de Maller. Había sido una conquista lenta y difícil que le parecía lograda por casualidad, preparada primero por la estima que le había brindado Macario y después por el respeto que Annetta, una ignorante, había considerado oportuno tributarle. Entonces intervenía una nueva persona que parecía tener ideas propias y a saber qué principios. Era como para temerlo, en vista de que Annetta temía por él. Federico era, seguro, un ambicioso que comenzaría despreciándolo.

Aquella noche, no fue a casa de Annetta; no quería dejarse ver demasiado pronto. La



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