Una Corte para Los Ladrones by Morgan Rice

Una Corte para Los Ladrones by Morgan Rice

autor:Morgan Rice [Rice, Morgan]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Morgan Rice
publicado: 2018-03-29T00:00:00+00:00


***

Cuando la isla apareció ante su vista, era incluso más pequeña de lo que Sebastián sospechaba que sería. Solo unos cuantos kilómetros de longitud, con matorrales y hierba, pero más rocas que cualquiera de las dos cosas. Era el típico lugar que apenas parecía lo suficientemente grande para asegurar que en él se pudiera poblar y mucho menos luchar.

Aun así, la otra punta de la isla estaba oculta tras una estribación que sobresalía del agua como la rama extendida de un árbol. Tal vez había algo más.

—¿Mandaremos primero a los centinelas? —preguntó Sebastián al General Lanchster-Courte.

—¿Y arriesgarnos a delatar el hecho de que estamos aquí? –respondió el general—. No finjamos que vamos a encontrarnos con un peligro real aquí. Son solo unos cuantos campesinos. Nosotros tenemos una compañía entera. Avanzaremos como uno y acabemos con esto. Bosun, acércanos. Esta gentuza no tienen la artillería pesada para apuntar hacia nosotros.

—Pero general… —empezó Sebastián.

—Su alteza —dijo el general, interrumpiéndolo—, yo soy un hombre que cumple con su deber, aunque esto signifique participar en esta farsa. Pero no me quedaré quieto para que un hombre que tiene su rango por nacimiento, en lugar de por conocimientos o habilidad, me diga cómo cumplir con ese deber. Procederemos con las barcas de desembarco y tomaremos esta isla. Usted se quedará a mi lado y ni se le ocurra intentar hacer algo tan estúpido como dar órdenes. Si hace otra cosa, lo encerraré en su camarote hasta que esto haya terminado.

Estas eran las palabras más duras que Sebastián había oído de alguien que no fuera su madre en mucho tiempo y, de momento, bastaron para dejarlo sin habla. Se colocó al lado del general y lo siguió hasta una de las muchas barcas de desembarco, donde ya aguardaban los soldados con una mezcla de espadas y hachas, ballestas y mosquetes de aspecto chapucero. Algunos llevaban un intento de armadura, pero la mayoría no.

Por su parte, Sebastián llevaba una coraza y guanteletes, pero no el tipo de armadura completa que podría haberse usado para las ceremonias. Llevaba su espada en la cadera, junto con un puñal y una pistola que esperaba que permaneciera seca durante todo el viaje, aunque eso no parecía posible.

Remaban, aunque ninguno parecía esperar que Sebastián tomara parte en ello. De hecho, parecía que realmente a nadie le preocupara si él estaba allí o no. Cuando chocaron contra la orilla, nadie se movió para ayudarlo. Sebastián tuvo que salir como pudo él solo, el peso de su media armadura hizo que todo el proceso costar el doble de lo que debiera dentro el agua.

Se desplazaron hacia la orilla como una gran masa de hombres, aunque Sebastián vio que él y el general estaban hacia el final. Imaginaba que la idea era protegerlo incluso de los pocos fragmentos de peligro que había en la isla y sabía que era mejor no discutir.

Un hombre gritó cuando encontró una ruta que llevaba más allá de la playa y, rápidamente, los soldados se pusieron en camino. Por lo



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