Un tipo encantador by Marian Keyes

Un tipo encantador by Marian Keyes

autor:Marian Keyes [Keyes, Marian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2008-01-01T05:00:00+00:00


Para: [email protected]

De: [email protected]

Asunto: Entrevista a Madonna.

Por favor, envíe detalles sobre población lectora de The Spokesman y número de ejemplares vendidos en los últimos ocho trimestres.

La relaciones públicas de Madonna había solicitado muestras de mis trabajos en dos ocasiones. Después me pidió que escribiera un ensayo sobre los motivos por los que adoraba a Madonna. Si ahora quería saber cuántos ejemplares vendía The Spokesman tenía que ser porque mi trabajo le había gustado. La cosa pintaba realmente bien. ¡Dios! Una mezcla de pánico y euforia se adueñó de mí. ¿Y si ocurría? ¿Y si realmente ocurría? Conocería a Madonna en persona. ¡A Madonna!

—Por ahí viene Jacinta —susurró TC.

—No puedo ver el bolso, me lo tapa la fotocopiadora.

—Y lleva el abrigo echado por encima.

—Creo que es verde.

—No, es negro.

—No, es verde. Era verde.

—Felicidades por el artículo sobre Dee Rossini —dijo, eficientemente, Jacinta.

Aguardé la coletilla en silencio.

—¿Te ha mordido la lengua el gato? —preguntó.

—No.

—Entonces, ¿dónde están las gracias?

—Gracias.

—No se te ocurra ahora dormirte en los laureles. Solo vales lo que vale tu siguiente artículo. ¿Qué tienes para mí?

—Idilios en las fiestas de trabajo navide…

—¡Todavía estamos a 17 de noviembre!

—El gasto medio en regalos navide…

—¡No!

—Los sin techo en épocas navideñas.

—¿Es optimista?

—… No. Son personas sin techo.

—Pues seguimos estando a 17 de noviembre. ¡Olvídalo! Y hablo en serio —farfulló.

Apartó sus ojos de mí y lo que vio la dejó petrificada, como convertida en una estatua de sal. Me di la vuelta. Era Casey Kaplan, con sus ceñidos tejanos negros y el pelo enmarañado.

—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó Jacinta, presa de una turbia emoción.

—Trabajo aquí. —Casey esbozó una sonrisa pedante.

—Pensaba que eras alérgico a la luz del día. Nunca habíamos gozado del placer de tu compañía a estas horas de la mañana.

Casey traía consigo un halo de cigarrillos, pubs y parranda. Era obvio que venía directamente de una fiesta o un bar.

La estela de su olor avanzó por la oficina y cuando alcanzó a Jacinta, esta se levantó de un salto.

—¡Largo de aquí! —bramó, agitando los brazos—. ¡Apestas!

—Esta mañana te han apretado demasiado el corsé, Jacinta. —Casey soltó una carcajada y siguió su camino.

—Gracias, Casey —farfulló TC—. Ahora sí que nos la has tranquilizado.

Al llegar al fondo de la oficina, oí a Casey preguntar:

—Buenos días, Rose, ¿está Coleman?

—Sí —respondió, nerviosa, Rose. Era la secretaria del gran jefe y la encargada de custodiar la puerta de su despacho—. Pero no quiere que nadie le moleste.

—No te preocupes, me ha enviado un mensaje y me está esperando.

Sonó mi teléfono. Era el número de mis padres. Ignoraba cómo lo hacían, pero cuando ellos llamaban parecía que el timbre sonara con más apremio de lo habitual. Siempre conseguían mi atención.

—Es Bingo —dijo papá.

—Por el amor de Dios.

—Está en Gales.

—¿En Gales? ¿Te refieres al país de Gales? ¿Al otro lado del mar? ¿Cómo ha llegado hasta allí?

—Cogió el ferry.

—¿Cómo?

—Imaginamos que llegó a la terminal, embarcó cuando todos los demás lo hicieron y bajó cuando todos los demás lo hicieron. Un ciudadano gales lo encontró en la carretera, fue hasta Caernarvon y llamó al número que aparece en el collar.



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