Un sendero nuevo a la cascada by Raymond Carver

Un sendero nuevo a la cascada by Raymond Carver

autor:Raymond Carver [Carver, Raymond]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Poesía, Drama, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1989-01-01T05:00:00+00:00


CZESLAW MILOSZ

DOMINGO POR LA NOCHE

Utiliza las cosas que te rodean.

Esta ligera lluvia

Del otro lado de la ventana, por ejemplo.

Este pitillo de entre los dedos,

Estos pies en el sofá.

El débil sonido del rock-and-roll,

El Ferrari rojo del interior de mi cabeza.

La mujer que anda a trompicones

Borracha por la cocina…

Coge todo eso,

Utilízalo.

EL PINTOR & EL PEZ

Ha pasado el día trabajando como una locomotora.

Me refiero a que estuvo pintando, los toques del pincel

con precisión de relojería. Luego llamó

a casa. Y eso es todo. Todo lo que ella

escribió. Él se puso a temblar como una hoja. Empezó

a fumar de nuevo. Se tumbó y volvió

a levantarse. ¿Quién podría dormir si su mujer se burlaba

y decía que el tiempo corre? Fue en coche

a la ciudad. Pero no bebió.

No, dio un paseo. Pasó por delante de un aserradero

que se llamaba «el aserradero». Olor a madera

recién cortada, luces por todas partes, hombres conduciendo

camiones y carretillas elevadoras.

Tablones apilados en lo alto del almacén,

el gemido y chirrido de la maquinaria. Bastante

fácil de recordar, pensó. Salió,

ahora llovía, una suave lluvia que quiere

hacer todo lo posible para no interferir

nada y como recompensa sólo pide

que no se la olvide. El pintor

se subió el cuello y se dijo

que no la olvidaría. Llegó a un edificio

iluminado donde, en una habitación, unos hombres jugaban

a las cartas en una gran mesa. Un hombre que llevaba

una gorra se detuvo junto a la ventana y miró

por entre la lluvia mientras fumaba

una pipa. Aquélla era una imagen que tampoco

quería olvidar, pero luego

al pensarlo mejor

se encogió de hombros. ¿Qué estaba pasando?

Anduvo hasta que llegó al malecón

con sus pilares podridos. Ahora la lluvia

caía con más fuerza. Hacía ruido al golpear

en el agua. Los relámpagos iban y venían.

Otro relámpago atravesó el cielo

como la memoria, como la revelación. Justo

cuando se encontraba en este punto de desesperación,

asomó un pez en la superficie oscura

del agua de debajo del malecón y luego se hundió

y luego volvió a aparecer súbitamente.

¡El pintor difícilmente podía dar crédito

a sus ojos y sus oídos! Aquello era

una señal —la fe no intervenía

en ello. La boca del pintor

estaba abierta. Para cuando volvió a casa

dejó de fumar y prometió

que nunca volvería a hablar por teléfono.

Se puso su guardapolvos y cogió

sus pinceles. Estaba listo para

volver a empezar, pero no sabía si en un lienzo

podría entrar todo aquello. No

importaba. Continuaría

en otro lienzo si era necesario.

Sería todo o nada. Relámpagos, agua,

pez, pitillos, cartas, maquinaria,

el corazón humano, aquel viejo puerto.

Incluso los labios de la mujer pegados

al auricular, incluso eso.

El pliegue de su labio.



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