Un pueblo traicionado by Paul Preston

Un pueblo traicionado by Paul Preston

autor:Paul Preston [Preston, Paul]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2019-09-30T16:00:00+00:00


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La larga marcha hacia la democracia (1969-1982)

Adolfo Suárez recibe al rey Juan Carlos en el aeropuerto de Barajas tras un viaje oficial a China, 24 de junio de 1979.

© Gianni Ferrari / Getty Images.

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La señal más evidente del giro radical que estaban tomando los acontecimientos para los intereses de Franco fue el nombramiento de monseñor Vicente Enrique y Tarancón como primado de España a instancias del papa Pablo VI en febrero de 1969. El cardenal Tarancón, comprometido con el espíritu progresista del Concilio Vaticano II, sería el instrumento con el cual Roma se distanciaría del régimen. Al mismo tiempo, el aumento de la oposición en las universidades, fábricas y nacionalidades históricas reflejaba las limitaciones del crecimiento económico de los años sesenta. Los planes de desarrollo habían ido acompañados de ineficiencia, corrupción y altos costes sociales y no contribuyeron en absoluto a redistribuir la riqueza ni a disminuir los desequilibrios territoriales. Una vez iniciado el impulso económico derivado de la apertura de España al comercio mundial, la planificación a largo plazo fue sustituida por políticas cortoplacistas de control de la inflación y del déficit de la balanza de pagos. Por eso, cuando el desarrollo de los años sesenta comenzó a frenarse, los tecnócratas respondieron con medidas de austeridad, lo que inevitablemente aumentó el número de huelgas. El crecimiento había creado una nueva clase obrera cuya militancia solo podía controlarse mediante la mejora constante del nivel de vida o con una represión mayor.

Incluso los falangistas derrotados veían en Carrero al mejor garante de las esencias del franquismo. A pesar de los vínculos que le unían a los tecnócratas, creían que sería capaz de frenar las aspiraciones reformistas de Juan Carlos y, desde luego, el Gobierno monocolor de Carrero tenía intención de dar continuidad al franquismo después de Franco mediante la prosperidad económica, pero sin liberalización política alguna. Así, antes de que terminara el año 1969, Fernández-Miranda se vio obligado a descartar el proyecto de Solís de legalización de asociaciones políticas, presumiblemente por temor a que pudieran dar lugar a auténticos partidos. Al final, los planes de Carrero terminarían con su asesinato en 1973 y una crisis económica galopante. La combinación de la recesión mundial y las debilidades estructurales de la economía española provocó que en 1974 los antiguos franquistas se plantearan la liberalización política como sucedáneo de la prosperidad frustrada. La incapacidad del equipo de Carrero a la hora de resolver las contradicciones entre el régimen y una sociedad en proceso de transformación se tradujo en un deterioro de las relaciones laborales a lo largo de 1970. El año comenzó con una huelga de veinte mil mineros en Asturias, lo que obligó a importar el carbón necesario para mantener en marcha la industria siderúrgica. Antes del verano, ya se habían producido conflictos laborales graves en los astilleros, las empresas de la construcción de Granada y Madrid y el metro de la capital española, donde 3.800 empleados se vieron obligados a volver al trabajo cuando el gabinete decretó su movilización militar, lo que permitía someterlos a consejo de guerra por motín.



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