Un paso atras by Enrique García-Máiquez

Un paso atras by Enrique García-Máiquez

autor:Enrique García-Máiquez
La lengua: spa
Format: epub
editor: Ediciones Rialp, S.A.
publicado: 2012-10-23T00:00:00+00:00


LAS FERIAS SUCESIVAS

La provincia de Cádiz no es el paraíso de los misántropos. Hubo una célebre ardilla que antiguamente podía cruzar España sin bajarse de la copa de los árboles. Aquí son tantas las ferias y fiestas y verbenas, puestas en fila, una detrás de otra y cada vez más largas, que hay equilibristas capaces de darle, sin bajarse de las copas, la vuelta al año. La venta de turrones en el Real es un símbolo: cambiamos la zambomba por el bombo de carnaval, por el escape de los moteros, por la caja flamenca y por el tamboril rociero, pero el ritmo no para, dale que dale, y se mezcla todo.

—'Bueno, ¿no era usted tan partidario de la objeción de conciencia? —dirá alguno de esos lectores que tengo y temo—, pues calle y objete, hombre, y quédese en su cuarto'. Que yo sea un poco misántropo no quiere decir que mi mujer lo sea en absoluto. Además, este año se ha comprado un traje de flamenca, que hay que amortizar. El origen de esta fiesta fueron las celebraciones de los tratos de compraventa en la feria de ganado. Nosotros hemos vuelto a los orígenes y llevamos semanas celebrando la compraventa de un traje de faralaes.

¿Que me niegue a ir? Las damas románticas suspiraban, se desvanecían un poco, y lograban lo que querían. Las modernas te notifican que relacionarse es muy conveniente para su promoción profesional y para liberarse del estrés laboral, y uno siente en el cogote el aliento solidario de todas las mujeres del mundo. Cualquiera se niega.

Metidos en faena, la cosa va de mal a mejor. Nada puede ser peor que aparcar, aunque pedir en la barra se le acerca. Cuando increíblemente te atiende el camarero, qué suerte, resulta que había que haber comprado unos tickets, vaya, que se venden en la otra esquina de la caseta. Por suerte, al final, tras volver con los tickets, hay camareros compasivos que, un segundo antes de la deshidratación, acuden en nuestro auxilio. Aprovecho la ocasión para agradecerles su trabajo frenético.

La misantropía, convenientemente tratada con vinos de la tierra, se va transformando en filantropía. Qué bien ver a tantísimos amigos íntimos, cuántos, qué guapas todas, todas, qué alegría saludar efusivamente a los simpáticos desconocidos. Cuando tu mujer, a las tantas, viene a decirte que ya es hora de volver, uno le agradece que le haya sacado de su estudio, que si no sería un raro, y enternecido le dice que por ella es capaz de quedarse hasta que cierren..., no, no, que no insista, que él, por ella, se queda, faltaría más, y se toma la penúltima...

Al día siguiente, con el dolor de cabeza, los libros a medio leer, el artículo sin escribir y macetas por regar, a uno le vuelve, redoblada, la misantropía. ¡El año que viene, sin falta, me hago un traje de corto, ceñidito y bordado! —'Vaya incoherencia', salta el lector que está a la que salta. Qué va, hombre, es por si mi mujer, al verme la facha y el sombrero cordobés, me deja en casa.



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