Un hombre y una mujer by Corín Tellado

Un hombre y una mujer by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1955-01-01T05:00:00+00:00


Siete

Los campos, aquel amanecer, aparecieron cubiertos totalmente de una capa blanca, espesa y helada. Nemie, desde la ventana del cuarto que compartía con Ketty, miraba sin ver la llanura inmensa, impoluta y fría, preguntándose qué nueva emoción o dolor la esperaría durante aquel día que nacía tan blanco y tan puro.

Sonó violentamente el timbre, y Nemie dio un salto.

—¿Has oído, Ketty? Es el timbre de la señorita Perla.

—Ve a ver qué quiere, Nemie. Y sé humilde, querida. Si está de mal humor, sopórtala estoicamente, y si está enferma comunícalo en la cámara de lady Cutlar.

—Perfectamente.

Nemie no había referido a Ketty lo sucedido la noche anterior. ¿Para qué? Ella no la hubiese comprendido. Además... «Debes domeñar tu corazón, Nemie. Písalo y estrújalo, pero jamás te hagas la ilusión de que un grande de Inglaterra puede casarse con una simple doncella.»

Sonrió con amargura y se precipitó a la escalera. Se detuvo en el umbral y miró interrogante a la muchacha, que, enfurecida en medio de la estancia, la taladraba con sus ojos.

—Ha desaparecido mi sortija de pedida, Nemie —dijo Perla, con rabia—. ¿La has visto?

—No, señorita Perla.

—Fuiste la última que estuvo anoche en mi alcoba. La dejé sobre esta mesa cuando tú me preparabas el baño.

—¿Y no estaba cuando regresó?

—No me fijé. Es ahora cuando la noto en falta.

—Lo siento, señorita Perla.

—No se trata de sentirlo, Nemie. Se trata de algo de mucho valor que debe aparecer inmediatamente. Y tú eres la responsable. Llamaré ahora mismo a la policía.

—Antes debe buscar, señorita Perla.

—Estoy bien segura de que la dejé aquí... Tan segura como de mi nombre. Así, pues, voy a llamar a la comisaría más próxima. Vale muchos miles de libras y, además, es mi sortija de pedida. Lamento lo sucedido tanto como tú, pero creo que eres la mayor responsable.

—Me asusta usted, señorita Perla.

Y en realidad estaba francamente asustada. Ella no había visto la sortija y no se explicaba por qué Perla le hablaba en aquel tono despectivo y autoritario.

Observó que Perla se dirigía al teléfono y se precipitó hacia ella.

—A lady Cutlar no le agradará en absoluto que haga usted eso. En esta casa jamás entró la policía y será de muy mal gusto verla ahora, señorita Perla. Estoy segura de que la señora no aprobará en forma alguna su proceder.

—Me importa un bledo lo que piense madrina. Es mi sortija y estoy segura de que la dejé aquí anoche.

Y con dedo nervioso marcó el número sin vacilar. Los ojos de Nemie la contemplaron fijos, como si la viera por primera vez. Oyó cómo ella hablaba precipitadamente y después, despidiéndose amablemente, colgaba el receptor.

—Vendrá en seguida —dijo con los labios juntos.

Pasó ante Nemie obsequiándola con una mirada despectiva, y al llegar a la puerta de la alcoba se volvió para decir violentamente:

—Puedes retirarte, Nemie... Voy a comunicárselo a madrina y a mi prometido. A ti te llamaré cuando te necesite.

Nemie quedó desconcertada y palidísima. No comprendía el motivo por el cual Perla le hablaba de aquel modo despótico y rudo, como si en realidad ella fuera la culpable de todo.



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