Un arpegio de lluvia en el cristal by José Luis Correa

Un arpegio de lluvia en el cristal by José Luis Correa

autor:José Luis Correa [Correa, José Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2024-01-17T00:00:00+00:00


X

Un poeta en un mundo de notarios

Mi antigua secretaria y ahora socia llegó cargada de tarteras. Se había acabado lo de comer en bares de mala muerte menús grasientos e insalubres. Había comprado verduras, huevos, frutos secos y pollo de corral en el mercado. En cinco minutos nos había hecho un almuerzo de chuparnos los dedos. Mientras se estofaba el pollo, había llamado a su madre y se había dejado guiar paso a paso en la receta del arroz con leche. Y había conseguido un vino de Toro que recomendaban en no sé qué guía Pepín o Pedrín. ¿Peñín? Pues esa misma. En suma, que esperaba que tuviésemos hambre.

Tenía razón Inés. El estofado de pollo con pistacho estaba delicioso, el vino muy logrado y el postre hizo las delicias de Gervasio. Aquello debía de quedar en secreto, si su mujer se enteraba lo iba a matar. Mientras comimos, respetando el precepto inviolable de Susana —prohibido hablar de calamidades en la mesa—, nos olvidamos de pandemias, de virus y de muertos. Inés se veía más animada. A mitad del almuerzo, alzó la copa y brindó por su último novio, un tolete que le había durado cita y media. Sí. En la primera, el muchacho le pareció un sanaca. En la segunda, lo corroboró y se levantó de la mesa antes de que el camarero sirviera los entrantes. ¿Pues no le propuso el totorota aquel una relación abierta? A su edad con el poliamor y esas machangadas. Manda narices.

Tras lanzarle la última estocada al postre, nos fuimos al sillón para trazar nuestro siguiente paso, Gervasio con su libreta, Inés con su portátil y yo con mi café y mi puro. Por supuesto que sí. Una comida como aquella merecía un buen veguero. Y, qué coño, el humo me ayudaba a pensar. ¿El tabaco era mortal? Que mi secretaria me perdonara el espóiler: en la película todos acabamos muriendo. Si no te pillaba el coronavirus, lo hacía un loco con un cuchillo de cocina. Que les preguntaran a Estupiñán y a Almeida.

¿Por dónde empezábamos? Siempre por el principio. Ya conocíamos por encima la vida que llevaba la pareja de la Naval antes de que alguien decidiera arrebatársela. Habíamos hablado con el padre y los amigos de Ángel. Habíamos escuchado a la madre, a la editora y al jefe de estudios de Elías. Habíamos rebuscado en la miseria de sus redes. Les habíamos sonsacado alguna confidencia a la inspectora jefa y a Ignacio Santa Ana. ¿Qué tecla nos quedaba por tocar?

La pregunta la lanzó Álvarez en tanto se frotaba el puente de la nariz con el índice y el pulgar. ¿Cansado? No. Cada uno se ayudaba a pensar a su manera. Si a mí me funcionaba lo del humo, a él le iba bien masajearse la nariz. Repitió su pregunta, ¿Qué tecla nos queda por tocar? Inés me cedió el paso, había sido yo quien abrió la veda con el apestoso puro. De acuerdo. Nos quedaba la tecla de Óscar López Nelson, alias el Nervioso.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.