Tres cuentos de hadas by Gustavo Martín Garzo

Tres cuentos de hadas by Gustavo Martín Garzo

autor:Gustavo Martín Garzo [Martín Garzo, Gustavo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Infantil, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-06-10T00:00:00+00:00


2. EL SECRETO DEL BOSQUE

Los dragones pertenecen a un mundo anterior al nuestro. Un mundo de flores gigantescas, de árboles de copas enormes como grandes silos y de ríos tumultuosos e hirvientes. Un mundo lleno de volcanes y de géiseres, pues los dragones aman las altas temperaturas y la proximidad del fuego. Pero fuera de esto son bastante apacibles, y melancólicos, y pasarían completamente desapercibidos si no fuera porque tienen la debilidad de observar a los hombres. Por eso, en las noches más oscuras, a veces se acercan a los pueblos y se quedan extasiados mirando sus casas, las ventanas encendidas, las tejas que ha mojado la lluvia, y todos los útiles que los labradores utilizan en sus tareas, especialmente si son brillantes y lustrosos. Y como la casa que tenía más a mano era la de Alberto y Emilia, el dragón empezó a frecuentarla en secreto. Estuvo mucho tiempo así, hasta que Emilia cumplió los catorce años, que fue cuando una tarde lo descubrió. Era inevitable que esto sucediera, pues todas las niñas al crecer se transforman en hermosas muchachas, que son la debilidad de los dragones. No se sabe por qué, pero a los dragones les basta con percibir en el bosque el vuelo de una falda llevada con gracia para que se pongan a hacer todo tipo de tonterías, por las que pueden ser fácilmente descubiertos: echar bocanadas de fuego por la boca, proferir gritos estremecedores o sacudir la tierra con su cola como si fuera un tambor. Como es lógico, las muchachas se suelen asustar bastante al verlos actuar así, pero no deberían hacerlo pues no se conoce un solo caso en que un dragón haya causado daño a una de ellas. Es más, si se portan de esta forma es por el nerviosismo que les entra al verlas y porque no saben cómo demostrar la admiración que sienten. Los dragones pueden enfrentarse a ejércitos enteros, achicharrar flotas de barcos, o hacer temblar la tierra con sus rugidos, pero a una muchacha hermosa le basta con ordenarle que se quede quietecito y callado para que deponga su fuerza y se acueste a su lado como un perrillo faldero. Y eso le pasó a nuestro dragón cuando Emilia cumplió catorce años.

El dragón se había retirado ese año a hibernar, pues los dragones son unas criaturas muy delicadas, que no soportan las bajas temperaturas, y en aquellas tierras los inviernos eran muy fríos, y cuando despertó de su sueño invernal, una tarde se acercó al pozo. Lo que vio le dejó atónito, pues allí había una muchachita encantadora. Estaba tendiendo a secar la ropa sobre la hierba, mientras bisbitas, alondras y conejos, volaban y corrían a su alrededor. Y el dragón enseguida se dio cuenta de que era la misma niña que había visto otros años, en la cabaña del labrador, pero también que algo esencial había cambiado en ella. Se había hecho más grácil, y sobre todo, más reservada y melancólica, como si guardara en su interior un secreto que con nadie pudiera compartir.



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