Torres de Malory 6--Último curso by Enid Blyton

Torres de Malory 6--Último curso by Enid Blyton

autor:Enid Blyton [Enid Blyton]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788427214576
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2018-04-12T00:00:00+00:00


A la persona que ha perdido veinticinco libras en billetes de cinco libras en el pasillo: ¿sería tan amable de venir a verme, por favor?

La gobernanta

Jo estuvo a punto de desmayarse. ¡La gobernanta! ¿Y ahora qué iba a hacer? ¡Si había una persona en la escuela a la que Jo temía de verdad esa era la gobernanta!

Amanda tiene problemas

La pobre Jo le contó a Deirdre sus penas con pelos y señales. ¡La gobernanta había encontrado el dinero! ¿Cómo iba a confesarle que tenía tanto dinero y que no se había dignado entregárselo para que se lo custodiara según dictaban las normas?

—Jo, tendrás que confesárselo —le dijo Deirdre, angustiada—. Si no lo haces, nunca recuperarás tu dinero: nunca. ¿Cómo va a devolvértelo la gobernanta si no sabe que eres tú quien lo ha perdido?

—Sí, tienes razón, supongo que será lo mejor —reconoció Jo.

Pero cuando aún no había dado tres pasos hacia el despacho de la gobernanta, dio media vuelta y volvió.

—No puedo —le confesó a Deirdre—. No me atrevo a enfrentarme a ella. No me tomes por una cobarde, Deirdre, pero la verdad es que me tiemblan las rodillas cuando esa mujer me mira con su expresión severa y me dice esas cosas tan horribles.

Deirdre era una niña tímida que solía pasar desapercibida y nunca había tenido que escuchar comentarios desagradables de parte de la gobernanta, pero estaba convencida de que, llegado el momento, sentiría lo mismo que Jo. Miró a su amiga, angustiada: ¿cómo iban a solucionar ese lío?

—Jo, ¿y si tratas de colarte en la habitación de la gobernanta para ver si ha dejado el dinero a la vista? —le sugirió en un susurro—. Al fin y al cabo, es tuyo. ¡Solo estarías recuperando lo que te pertenece!

A Jo se le iluminaron los ojos.

—¡Sí! —exclamó—. ¡Pues claro! Espero que haya dejado el dinero en algún lugar visible. Creo haber visto algunos fajos sujetos con una goma encima de su mesa; para gastos menores, supongo. Probablemente debe de haber dejado mi dinero allí, listo para entregárselo a la persona que lo perdió.

—No va a devolvértelo, Jo —advirtió Deirdre—. Ya sabes cómo funciona. Se lo quedará y te lo irá entregando en pequeñas cantidades. La gobernanta gestiona el dinero de todas las alumnas de los primeros cursos. Cada semana te dará un poco, y el resto te lo devolverá justo antes de las vacaciones, cuando vuelvas a casa.

Jo frunció el ceño.

—Había pensado gastarme esas libras en celebrar una fiesta magnífica —dijo—. Pronto será mi cumpleaños. Tengo que conseguirlas como sea.

—Chist —susurró Deirdre—. Se acerca alguien.

Era Felicity. La niña asomó la nariz por la puerta y sonrió.

—¿Ya has recuperado tu dinero, Jo? —le dijo—. ¿O has preferido regalárselo a la gobernanta? Si yo tuviera que ir a confesarle que tenía veinticinco libras y que no se las había entregado y que, para colmo, había sido tan inútil como para perderlas, tal vez estaría algo preocupada. Mira que eres burra, Jo.

—¡Cállate, Felicity! —le ordenó Jo—. Ya os habéis reído bastante por hoy. No entiendo por qué sois todas tan desagradables conmigo.



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